José Luis Jiménez - Pazguato y Fino
Entre Sober y Mondoñedo
Algo no anda bien en Lugo cuando a una candidata avalada por la dirección le surge una alternativa
LA democracia interna en los partidos siempre deja heridas. No se engañen, las tensiones que se generan en esos maravillosos procesos de primarias no se solucionan con un par de abrazos y un apretón de manos, sino que van a engrosar una lista invisible de agravios. Ahí tienen al PSdeG: ciudad con primarias es sinónimo de batacazo electoral y navajadas internas. No falla. Incluso en ese crisol de transparencia de cartón piedra que es Podemos, los derrotados pasan a ser críticos de los vencedores, y se alimenta un caldo de cultivo de resentimientos y ajustes de cuentas en diferido.
Por eso el PP, con acierto, se ahorra estos trances cuando renueva sus cuadros directivos. Es mejor el debate interno y el acuerdo previo antes que la confrontación abierta. Por cada vez que sale bien —la sucesión de Fraga que ganó Feijóo, por ejemplo— siempre hay un puñado de ocasiones que sale mal y luego obliga a procesos de reconciliación entre familias.
Algo no andará del todo bien por Lugo cuando a una candidata avalada por la actual dirección provincial, Elena Candia, le surge la contestación interna que representa Raquel Arias. Es una alternativa casi cronificada en el tiempo, que surge de tanto en tanto para cuestionar los modos del equipo de un Barreiro que confió el partido a su número dos, José Manuel Balseiro, mientras se encargaba de su relevante tarea en el Senado. Las formas, insisten los críticos, han fallado las formas para gestionar los problemas.
Candia es continuismo, sin que eso tenga necesariamente connotaciones negativas. Y ha fichado para su equipo a un hombre respetado en la ciudad y la provincia como Ramón Carballo, con capital más que suficiente para aspirar a título individual al cargo de presidente provincial. Quién sabe si será alcaldable por la ciudad de Lugo dentro de tres años y culmina la remontada iniciada por Jaime Castiñeira estos últimos años.
Arias es aire fresco, que no es sinónimo de ingenuidad ni garantía de éxito inminente. Cometería un error si se vale del halo que le otorga ser delegada de la Xunta en Lugo para insinuar un supuesto respaldo del aparato autonómico del partido. Lo último que se necesita son sospechas de injerencias de Santiago en este debate interno, exigencia de juego limpio que también cabe hacer a Candia, después de que ya haya ruido de presiones en sectores de la ciudad de la Muralla.
Una y otra deben tener la audacia para medir hasta dónde quieren elevar el listón de la discrepancia. No está en juego un simple bastón de mando y un carguito para hacer y deshacer listas electorales, sino la salud con que el PP de Lugo sale del cónclave para afrontar el reto decisivo de las autonómicas. El votante popular no quiere un partido con una vida interna turbulenta. Que lo tengan en cuenta.