Luis Ojea - Cuaderno de viaje

Ejercicio de realismo

El AVE ya no es un problema de voluntad política ni de dotación presupuestaria, sino de las empresas

Por mucho voluntarismo que se le eche es obvio que tener un año paralizada la administración no sale gratis. Así que lo sorprendente no es que se haya retrasado la fecha de entrada en servicio del AVE gallego, sino que precisamente sean los partidos que han propiciado aquel bloqueo político los que ahora se lleven las manos a la cabeza. Un esperpento más de la política infantiloide que algunos despliegan impúdicamente.

Ahora bien, al margen de demagogias partidistas, los ciudadanos se merecen que las administraciones ofrezcan un cronograma realista para la puesta en funcionamiento de la línea de Alta Velocidad Ferroviaria. Con la reprogramación que sea necesaria. Pero un calendario definitivo. Sin más idas y vueltas. Y a partir de ahí, una honda reflexión para aprender de lo sucedido y evitar que en futuros proyectos se repitan situaciones como las que mantienen ahora paralizada la construcción de algunos tramos de la conexión con la Meseta.

Porque ya no es un problema de voluntad política como el vivido en los primeros tiempos de la administración Zapatero. Ni siquiera un problema de dotación presupuestaria en una época de ajuste y contención del gasto público. Llegados a este punto del proceso, el problema es el agujero encontrado por determinado tipo de empresas en una fallida normativa de licitación que urge reformar. Las nefastas bajas temerarias que se han generalizado en la contratación de obra pública y que las compañías usan torticeramente para garantizarse los contratos con ofertas que no cubren los costes reales de la obra.

Se adjudica por debajo del presupuesto de licitación y una vez tomada la administración como rehén las empresas compensan los números con modificados y reformados, lo que retrasa toda la programación de trabajos. Una historia demasiado vieja. Picaresca burda frente a la que habría que haber reaccionado hace tiempo. Porque solo en los tramos entre Lubián y Porto ahora empantanados las ofertas de las adjudicatarias sumaban bajas por valor de casi 500 millones de euros.

Y de aquellos polvos, estos lodos. Charcos que habrá que evitar en el futuro con los mecanismos reglamentarios necesarios para compatibilizar la viabilidad sin sobresaltos de las obras adjudicadas con el máximo ahorro posible para las arcas públicas. Limitando incertidumbres, facilitando el cumplimiento de plazos y evitando frustraciones. Y de paso vacunándonos frente a la demagogia que la izquierda ha demostrado desde el principio con el AVE gallego.

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