Alberto Varela - CRÓNICAS ATLÁNTICAS

La ecuación forestal

No es bueno esperar que la Administración nos lo dé todo hecho. Las grandes soluciones vienen de abajo

En lo que se refiere la política forestal pareciera que todo hijo de vecino tuviese la fórmula magistral que terminaría con los problemas ambientales que plantean las especies de crecimiento rápido, y que sufrimos desde hace décadas en Galicia. Los cuñados saben cuál es el seguro de coche más barato, dónde preparan la mejor tortilla de patata y cómo evitar el monocultivo de eucalipto. Ningún gobierno autonómico ha sido capaz de poner orden en el monte pero en la barra del bar, con el botellín de cerveza en la mano, lo arreglamos en diez minutos entre amiguetes y familiares.

La política forestal en Galicia es una ecuación muy complicada porque hay que combinar los intereses de miles de productores con la defensa del medio ambiente y con los derechos de una cantidad ingente de propietarios que ni siquiera saben dónde está el terreno ese que les dejó en herencia el abuelo y que comparten con el resto de nietos. No son capaces de organizar una comida de los primos, como para ponerse de acuerdo en cómo limpiar el monte… A esto súmenle las condiciones espectaculares de nuestra comunidad para generar masa forestal y ya la tenemos armada.

Llega el verano y no hace falta ser adivino para pronosticar que tendremos incendios, y visto lo que ha pasado estos últimos días en Portugal a uno le entra pavor al pensar en el riesgo que corren las aldeas rodeadas de arboledas, o las carreteras en las que apenas hay arcén, esas que transcurren por el medio de eucaliptales que ocupan extensiones que antes eran tierras de cultivo.

No es fácil lograr un equilibrio entre las especies autóctonas y las de repoblación, entre el monte y las leiras, pero como más vale prevenir que lamentar tal vez sea hora de ponernos manos a la obra: si cada uno arreglase su parceliña teníamos un gran camino recorrido. A veces no es bueno esperar que la administración nos lo dé todo hecho, las grandes soluciones vienen siempre desde abajo y lo de Pedrógrão Grande ha sido un aviso para todo el sur de Europa.

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