El dragón despertó y la UME estaba allí
Setecientos agentes de la unidad de élite combaten los fuegos de Galicia: «Nunca sabes lo que vas a encontrar»
La semana pasada el capitán Barona, de la Unidad Militar de Emergencias (UME), tuvo un presentimiento: el «dragón gallego» estaba a punto de despertar . Solo tuvo que esperar unos días para verlo con sus propios ojos. El pasado domingo a las dos de la mañana recibió la orden de desplazarse junto a sus hombres a la localidad pontevedresa de Pazos de Borbén . La bestia se había desperezado: llamas desbocadas, vientos de dirección cambiante y la humedad por los suelos. Los ingredientes, en fin, para la tormenta perfecta. Pero como el cuento de Monterroso, la UME ya estaba allí.
La llamada sonó en Lobios, provincia de Orense, donde combatían otro incendio forestal. Provocado, huelga decir. Desmontaron el operativo y tomaron dirección al interior de Pontevedra, donde el fuego estaba reduciendo a escombro de ceniza las colinas romas de la aldea. Las llamas en algunos lugares se quedaron en la puerta de las viviendas. El capitán Barona percibió el riesgo «desde el minuto uno». Sabía que la magnitud de la catástrofe iba a sobrepasar sus recursos humanos y técnicos. «Las casas corrían peligro», detalla en conversación con este diario. Las vidas humanas también, solo que gracias al despliegue del dispositivo forestal el drama pasó de expandirse a contenerse . Una victoria parcial. «Si el personal no está atento…», deja en suspense. Cuando le preguntamos por el origen de la barbarie se encoge de hombros y reconoce en un gesto elocuente: «No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de lo que pasa».
Su dicho cuando se enfrenta a las lenguas de fuego es siempre el mismo. «Un incendio es como la caja de bombones de Forrest Gump: nunca sabes con lo que nos vamos a encontrar» . Pero con algunos elementos ya contaba. El «dragón gallego» propicia que los vecinos salgan al encuentro de los caminos, con los cubos y los riegos a la desesperada de las mangueras domésticas. Forma parte, dice, de la «idiosincrasia» con que cada población hace frente al desastre. El capitán, sin embargo, aprovecha para vacunar al ciudadano contra el virus del heroísmo : «El consejo es que no salgan de sus casas, porque un cubo de agua no va a hacer nada. Está demostrado».
Y no lo hará, porque ni la UME puede contener siempre la virulencia de los incendios. «Es frustrante, aunque combinamos esa frustración con la motivación de seguir adelante», agrega, mientras echa una mirada a algunos de sus agentes, dispuestos a montar de nuevo el campamento: tiendas, sanitarios, luces… Esperan órdenes para actuar en otro foco, y volver así a hacer girar la rueda de su rutina. Su estado natural es el de alerta.
En una explanada de Pazos de Borbén también está el brigada Rubial. Nacido en León e ingeniero. Pasó seis años en Galicia destinado en Figueiredo y no puede contener cierto tono de lamento en sus palabras. «De todos los incendios en los que yo he participado en la UME, este ha sido el peor» . Cada uno tiene sus particularidades, aunque los accidentes orográficos del monte gallego lo hacen todo aún más inverosímil. Estos días hay setecientos agentes de la UME desplegados en Galicia. No se consideran la élite de las emergencias. Si acaso, un eslabón más en la larga cadena de cuerpos que intervienen alrededor de los bosques. Dentro, eso sí, es una vorágine de humo y altas temperaturas: «Mucho calor, algo de impotencia y agobio», describe el cabo mayor Domínguez. «Hay mucho compañerismo ahí dentro, se crea un vínculo especial en situaciones de riesgo» . Se fían –no les queda otra— su supervivencia los unos a los otros. ¿Y el miedo? Existe. Pero controlado. «Siempre está donde tiene que estar para que nos ayude ser eficaces», zanja el capitán Barona. Sus hombres se acodan en una barra de Pazos tomando café y viendo la televisión. Es pronto, pero el densísimo humo que empaña el ambiente anticipa la noche. Fuera, menos mal, empieza ya a llover.
Voluntarios en Cea
Tienen entre 16 y 21 años y la cara llena de ceniza. Llegaron como voluntarios desde Orense hasta la zona de Oseira en Cea para hacerle frente a una línea de fuego de quilómetro y medio. «Llegamos aquí y los de Protección Civil nos dieron los batalumes, después se fueron y nos quedamos solos» , señala Adrián carril. Tras tres horas y media lograron controlar las llamas que estaban a punto de afectar a un par de granjas. Cea y Piñor fueron ayer dos de los municipios de la provincia de Orense donde el fuego no dio tregua, informa Natalia Sequeiro.
Durante el tiempo de extinción, aseguran, no apareció ningún brigadista ni ningún otro voluntario de Protección Civil. La Xunta informó ayer de que el fuerte humo presente en la comunidad dificultaba el trabajo de los medios aéreos. Satisfechos pero cansados mientras recogían el material contemplaban impotentes como las llamas se reavivan en un monte cercano.
Horror en Chandebrito
La actividad de agentes de la UME y voluntarios desplegados por las provincias de Lugo y Orense conecta con lo vivido en la aldea de Chandebrito, donde dos octogenarias fallecieron atrapadas por las llamas mientras viajaban en una furgoneta. Una tercera mujer logró escapar. El día después en esta localidad del concello de Nigrán –de unos trescientos habitantes— todo es distinto. Con los montes aún humeantes, arrecia la lluvia. «Esto tenía que llegar ayer», proclama Anselmo Rodríguez, el hijo político de una de las mujeres fallecidas . «Fue un infierno, no sé cómo no hemos muerto asfixiados. El fuego estaba ahí, ¡y pum!, de repente estaba allá».
En el pueblo cunde el relato de que las mujeres se montaron en el coche para huir, siguiendo las indicaciones de las fuerzas policiales. Anselmo cree que lo mejor hubiese sido que se quedaran en casa . Él lo hizo, contra el criterio de la Guardia Civil, que le aconsejó la evacuación. Se armó de cubos y mangueras y refrescó los alrededores de su vivienda para ponerla a salvo de las «muxicas», pequeñas partículas de fuego que actúan de agente propagador. Milagros Otero, también parienta de una fallecida, da fe: «Hacían que ardiera por todos lo sitios».
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