Diez años del falso médico: «Se va a llevar el secreto de lo que nos inyectó a la tumba»
Se cumple una década de la detención de Coté en Ferrol. Sus víctimas aún esperan «justicia»
Esta semana se celebra un aniversario negro, el de los diez años de la detención del falso médico José Manuel López, alias «Coté» , en Ferrol. De las paredes del despacho de este presunto doctor colgaban títulos sellados en las mejores universidades. Reconocimientos que daban cuenta de una excelsa formación médica con los que Coté engatusaba a sus pacientes, pero que a la postre resultaron ser falsos. Desde la puesta en marcha de la conocida como «Operación Zen» ha pasado una larga década en la que los pacientes de Coté, denuncian, no han dejado de padecer los efectos de los fármacos que les inyectaba. «Dificultades de movilidad, menopausias precoces o dolores articulares» son solo parte de la herencia que —critican sus antiguos pacientes— los tratamientos de Coté les siguen generando. Muchos han perdido sus trabajos y, otros, siguen pagando los créditos que en su día pidieron para costear su tratamiento en la clínica del horror.
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Los testimonios de las 129 víctimas que denunciaron su calvario a manos del falso doctor en Ferrol se recogen en el escrito de acusación que el fiscal del caso presentó el pasado mes de mayo. El Ministerio Público asegura que «durante al menos cinco años anteriores a su detención, Coté vino atribuyéndose públicamente la condición de médico y ejecutando actos clínicos pese a no contar con más estudios que el Bachillerato y a carecer de las aptitudes mínimas necesarias para ello». Sobre la naturaleza de las sustancias que el intruso inyectaba a sus víctimas, el fiscal introduce que «sus tratamientos consistían en ocasiones en el suministro de sustancias no especificadas cuya toxicidad no ha llegado a ser determinada». Y también, prosigue, «en la realización de auténticas operaciones quirúrgicas con el consiguiente quebranto de la integridad física de sus víctimas». Por todo ello, Coté se enfrenta a una petición de pena de 334 años de prisión por los presuntos delitos de homicidio por imprudencia grave, lesiones con deformidad, lesiones con uso de instrumento peligroso y blanqueo de capitales.
Juicio en Vinarós
Tras el cierre de la instrucción, las víctimas de Coté esperan ansiosas un juicio para el que todavía no hay fecha. «Hemos rogado que agilicen los recursos que él ha presentado para que el juicio se pueda celebrar cuanto antes, pero nada se mueve desde entonces. Por eso recurrimos al Defensor del Pueblo, porque nuestros derechos están siendo vulnerados», explica Esther Fontán, presidenta de la asociación de víctimas de Intrusismo Médico. Los que sí tienen fecha para la vista oral contra Coté son sus expacientes de Vinarós, la clínica que abrió cuando salió de prisión tras el cierre de la de Ferrol. Con él se verán las caras el próximo abril para saldar cuentas por supuestos delitos de lesiones, estafa y delito contra la salud pública. En este caso, el Ministerio Fiscal pide 22 años.
Y mientras tanto, el viacrucis de quienes en su día tocaron la puerta del falso doctor en busca de una solución a sus males parece no tener fin. «Los médicos no saben lo que nos pasa ni el porqué de algunos resultados» lamentan. «Nunca vamos a saber lo que nos inyectó, ese es un secreto que se va a llevar a la tumba», sentencian hastiados por un largo proceso que «solo nos ha costado dinero, en peritos, en traslados, en abogados...».
Pacientes de toda España
La reputación que Coté se labró a base de sus falsos títulos y de las novedosas técnicas médicas traídas del extranjero que presuntamente manejaba a la perfección propició que en la lista de espera de su consulta figurasen pacientes de toda la geografía española, incluidas Madrid, Valencia, Gijón, Badajoz y hasta Canarias. La frecuencia con la que estos pacientes debían asistir a la clínica llegó a ser diaria en alguno de los casos, lo que da cuenta del desembolso económico que muchos de ellos tuvieron que realizar. Hubo quien pagó 80.000 euros y también quien se dejó 190.000 por curar una supuesta infección de páncreas unida a un «envejecimiento cerebral».
Al margen del agujero económico que el paso por la consulta de Ferrol dejó en muchas familias, queda también la huella en su estado de salud. La nómina de casos que reproduce el escrito de acusación recoge escalofriantes diagnósticos que solían empatar con un costoso tratamiento. Tanto es así que el fiscal habla claramente de «diagnósticos ficticios» que en nada se parecían a los que verdaderos especialistas médicos ofrecieron al mismo paciente. Fue el caso de un denunciante al que Coté detectó un «adenocarconima maligno» que debía ser operado. La persona pidió una segunda opinión y descubrió el fraude, pero otros no corrieron la misma suerte.
El caso más grave por el que Coté deberá responder en Ferrol es el de un muchacho que falleció —siempre según las palabras del fiscal— «a causa del gravísimo retraso en el diagnóstico provocado por la conducta negligente del acusado». Su dolencia, una úlcera en el suelo de la boca que resultó ser un tumor maligno y que le detectó un médico de la Seguridad Social.
Tras dos breves pasos por prisión, el falso médico espera en la calle la cita con el banquillo. Sus expacientes denuncian que en este caso «el riesgo de fuga es muy elevado» y piden «medidas ya» para acabar con un proceso que ha hecho mella en muchos de ellos. «Lo único que deseo es verlo entrar por la puerta de Teixeiro», confiesa Esther Fontán, deseosa de que «el peso de la ley recaiga sobre él, en Vinaros y también en Ferrol».