Desescalada Galicia
Sol, mascarillas y aceras y terrazas llenas en el primer día de la fase 1
La jornada en que bares y comercios estaban llamados a reabrir a medio gas se desarrolló con total normalidad
La hostelería resultó con diferencia el sector más beneficiado, con una población ávida de vida social
Caminar este lunes por las grandes ciudades gallegas no distaba mucho de la estampa que ofrecen sus calles un día laborable cualquiera. Gente a raudales por las aceras, clientes husmeando en las tiendas y terrazas abarrotadas marcaron la tónica en la primera jornada de la fase 1 , en la que un sol radiante espoleó a la gente a salir de sus casas para poder hacer vida normal (ir a los comercios sin la obligación de pedir cita previa, echarse al césped en el parque o tomar algo en compañía de los suyos al aire libre) tras ocho semanas de encierro. Si no fuera por la masiva proliferación de mascarillas como complemento facial de moda, una imagen que rompía bruscamente toda armonía y cotidianeidad posible, cualquiera hubiera dicho que Galicia volvía a recobrar su aspecto y forma habitual, esa que lucía en todo su esplendor hace apenas un par de meses.
Bajo unas estrictas normas de seguridad y prevención (un máximo de 400 metros cuadrados para abrir, limitación del aforo al 30 por ciento de su capacidad y la consabida distancia mínima de dos metros), numerosos comercios del centro de Santiago levantaron ayer la persiana por primera vez desde el pasado 13 de marzo. Numerosos, sí, porque no a todos los propietarios de establecimientos les resultó rentable la idea y prefirieron aplazarlo, si no a dentro de unos días, al menos a una fase más avanzada que les permita cuadrar las cuentas. Los que lo hicieron contaron a este diario que la jornada se había desarrollado con relativa normalidad dentro de las rarezas impuestas por las circunstancias actuales, sin grandes afluencias y de la manera más parecida posible a lo que sería un lunes por la mañana en condiciones normales.
«No había estado en Santiago estos dos meses porque más o menos cuando se decretó el estado de alarma me marché, y ahora que he vuelto lo encuentro todo muy extraño. Los clientes que he tenido hoy han sido las vecinas habituales, pero se nota que faltan los de fuera de la ciudad, que son los que más vienen. De Lalín, de A Estrada... Personas que vienen aquí de visita o a trabajar, en definitiva. También la desactivación general del turismo nos va a hacer daño », resumía Inés Sánchez, propietaria de la tienda de lencería Luz de Luna.
Era una urdimbre de reflexiones que, a pesar de los matices y las inevitables diferencias entre unos locales y otros en lo que a su público habitual se refiere, reflejaba bastante bien el sentir de los comerciantes de la zona. En una ciudad eminentemente turística como es la capital gallega, el coto al flujo exterior posiblemente afecte a su tejido comercial en las próximas semanas y meses. «Eso sí, el teléfono no ha parado de sonar, la mayoría preguntando si reabríamos hoy o no», añadía Sánchez.
Decisión de cada uno
La decisión ha quedado sujeta al criterio de cada propietario, que ha optado por lo que cree más conveniente en los primeros compases de esta nueva fase. Algunos han impuesto su propio horario de atención al público, otros han optado por seguir operando con normalidad y unos pocos han preferido seguir funcionando bajo el régimen de citas previas . Tal ha sido el caso de José Luis Molares, dueño del local de moda masculina Sarto, quien apuesta claramente por «anteponer la salud a lo demás». «Llevo desde el día 5 con este sistema y por el momento no lo pienso cambiar porque para mí la seguridad es lo primero. De todas formas, el servicio que ofrezco es siempre personalizado, así que no es que haya mucha diferencia entre ahora y lo que sería un día normal», contaba este comerciante, que se ha marcado un límite inamovible de dos clientes al mismo tiempo dentro de la tienda y ha dispuesto un kit de prevención compuesto por mascarillas, guantes y desinfectante en la entrada. En este sentido, la seguridad también resulta primordial para Leo Cerqueiro, responsable de una tienda de iluminación en la misma calle, quien lamentaba profundamente que algunas de las personas que habían entrado a su local lo hubieran hecho desprovistos de mascarilla. «No lo entiendo, la verdad, no sé si es que creen que esto ya ha pasado o qué», decía.
Quienes más reacios a hablar se mostraban eran los hosteleros . Pese a ser los más beneficiados de las medidas de esta nueva fase, a media tarde parecían hartos de las preguntas de los medios y de haber dedicado gran parte de la mañana a atenderlos. «Ya han pasado todos por aquí», afirmaba el camarero de un local con un par de mesas en terraza. «Por la mañana no me hubiera importado, pero ahora la verdad es que ya no me apetece», contestaba por su parte otro propietario. En esta jornada de inauguración el sector de la hostelería no esperó, en algunos casos, un solo minuto para recuperar el tiempo perdido. Así fue, por ejemplo, con la coctelería viguesa Lolatino , en pleno paseo marítimo de la ciudad olívica, que a las 00:00 horas abrió sus puertas para que los más impacientes se acercaran a tomarse algo en compañía de los suyos. Una sensación que parecía de otra época.
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