TERRITORIO

David Chipperfield, el arquitecto que busca en el pasado un futuro más sostenible

A través de la Fundación RIA impulsa un proyecto para la recuperación del territorio en la comarca de O Barbanza

Un ganadero de rubia galega y dos comunidades de montes vecinales ya han recibido apoyo económico

David Chipperfield recoge una planta de castaño durante su visita a Rianxo ANDREA REGUEIRO

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Hace ya 30 años que el arquitecto británico David Chipperfield descubrió el paraíso natural de Corrubedo (Ribeira, La Coruña). Llegó a Galicia de la mano de otro arquitecto local, Manuel Gallego Jorreto, al que conoció en una conferencia en Milán. «Teníamos tres hijos muy pequeños y él nos dijo: deberíais venir», recuerda Chipperfield. Desde entonces pasa junto a su familia todos los veranos en el pueblo pesquero. Allí se construyó una casa blanca, modesta a vista de calle, pero con una impresionante fachada posterior que emerge desde la roca desafiando al océano.

Chipperfield no se ha limitado a veranear en Galicia. En los últimos años ha sido testigo de las agresiones que ha sufrido el territorio . «Los peores cambios se produjeron en los 80 y en los 90, cuando hubo muchos desarrollos hasta que finalmente la crisis financiera de 2008 detuvo. Pero se hizo mucho daño», recalca el arquitecto ,que ha recibido importantes premios por sus edificaciones por todo el mundo. Con más de 300 empleados a su cargo en sus oficinas de Londres, Berlín, Milán y Shanghai, en O Barbanza ha impulsado la Fundación RIA, desde la que busca en el pasado las claves para recuperar una forma de vida más sostenible y respetuosa con el territorio. «Hace muchos años tuve una conversación con el presidente Feijóo sobre el mal desarrollo de Galicia, el feísimo», recuerda Chipperfield. «Él me preguntó qué podíamos hacer para parar ese desarrollo feo y le dije vale, déjame pensar en ello», explica. Fue el germen de una fundación que se constituyó tras reunir a un grupo de jóvenes arquitectos en su casa de Corrubedo para determinar qué pasos podrían darse. «Empezamos a pensar desde el punto de vista arquitectónico, pero luego nos dimos cuenta de que no era sólo eso, era también el tráfico, los edificios vacíos, la destrucción de la naturaleza...», indica.

A principios de 2020 echó a andar uno de sus últimos proyectos, el Laboratorio Ecosocial do Barbanza . Para ponerlo en marcha Chipperfield implicó al grupo de investigación Histagra de la Universidade de Santiago, a la Fundación Juana de Vega, y logró apoyo para la financiación por parte de la Fundación Banco Santander. «David nos trasladó que cuando llegó esto era un paraíso, pero se había ido degradando conforme pasaba el tiempo. Esta es la reflexión que compartimos con la Fundación RIA», explica el catedrático de Historia Contemporánea y coordinador de Histagra, Lourenzo Fernández Prieto. «La idea era descubrir las trazas de la sostenibilidad en el pasado y desde el territorio del Barbanza diseñar el futuro», añade el historiador.

Para Fernández Prieto está claro que uno de los problemas ha sido el abandono del territorio. El paisaje gallego se ha ido conformando durante siglos por la intervención del hombre sobre el espacio. Por eso decidieron que era necesario que volviese a ser productivo, pero no de una manera intensiva, sino primando los usos respetuosos con la naturaleza que se practicaban antaño. El proyecto, aclara Chipperfield, trata de volver a hacer «estrecha la relación entre la comunidad, el territorio y la economía».

Michel con su ganadería de rubia galega en las Brañas de Laíño ANDREA REGUEIRO

En las Brañas de Laíño, situadas en el tramo final del río Ulla (Dodro), el ganadero Luis Miguel Ríos Freiría, más conocido como Michel, trata de recuperar un viejo uso del entorno. Sus 15 vacas de raza rubia gallega han vuelto a pastar en una zona que desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX era conocida por la calidad de sus bueyes primero y de su producción de leche, después. Todo eso se perdió y los campos de cultivo se fueron cubriendo de maleza. Michel ha logrado convencer a sus vecinos para que le cedan las tierras para alimentar al ganado, como se hacía en el pasado. Su iniciativa ha sido una de las tres seleccionadas por el Laboratorio Ecosocial como proyecto semilla. La Fundación RIA la ha apoyado con 5.000 euros, además de ofrecer asesoramiento. La idea de Chipperfield siempre fue más allá de simplemente «documentar el pasado antes de que se pierda». Además de promover la investigación histórica, apuesta por pasar a la acción. En la cumbre del clima de Glasgow, explica el arquitecto, «los temas y las preocupaciones» son los mismos, pero nosotros queremos abordarlo «desde un punto de vista práctico». Reconoce que las acciones emprendidas son «modestas», pero podrían ser el germen de algo mayor . «Mi idea no es una idea sobre el Barbanza, es una idea que va más allá», explica.

Por el momento Michel no es capaz de mantener la economía familiar solo con su ganadería. Camionero de profesión decidió dejarlo tras sufrir un accidente de tráfico y volver a recuperar un oficio al que ya se dedicaron sus antepasados. Espera poder seguir poco a poco incrementando el número de cabezas y con los 5.000 euros ha podido comprarse un remolque con el que transportar más fácilmente a las vacas. Comparado con largas jornadas en la carretera lejos de la familia, Michel destaca «la calidad de vida» del campo, incluso aunque no haya domingos ni festivos.

Chipperfield en el centro con otros integrantes del Laboratorio Ecosocial y comuneros de Rianxo ANDREA REGUEIRO

A escasos kilómetros de las Brañas, en el municipio de Rianxo, los comuneros del Monte Comunal O Fieitoso de Taragoña desarrollan junto a varios centros educativos de la localidad arousana otro de los proyectos que ha logrado el apoyo del Laboratorio. Tras la intensa ola de incendios de 2019, «se demostró que el modelo forestal es ineficaz», explica Emilio Saborido, presidente de la Comunidad de Montes. Su idea es «demostrar que otros aprovechamientos del monte son posibles más allá de producir madera de pino o eucalipto» . Con la implicación del colegio José María Brea Segade, situado al pie del monte comunal, han diseñado una ruta en la que con paneles indicativos tratan de concienciar a las futuras generaciones. Los escolares han plantado también los primeros castaños con los que intentar diversificar la producción hacia especies nobles. «La gente a veces tiene la idea de que son árboles que tardan mucho en dar beneficio porque son de crecimiento lento, pero mucho antes de que se puedan cortar para madera ya dan castañas, que también pueden venderse y dar rendimiento», explica Saborido. La comunidad ha introducido también cabras para que controlen la maleza próxima al recinto escolar. «Cada año teníamos que pagar unos 1.300 euros por los desbroces, que ahora nos ahorramos», indica el presidente de los comuneros.

Aprovechamiento de la resina de los pinos en los montes de Baroña

Otra comunidad de montes, la de Baroña en Porto do Son ,ha recibido también el apoyo del Laboratorio Ecosocial. Gestionan 878 hectáreas de terreno en el que tratan de diversificar sus usos. El alquiler de los montes para la instalación de parques eólicos y para una base de Salvamento marítimo les reporta 85.000 euros anuales, pero junto a la madera y a iniciativas más novedosas como el aprovechamiento de la resina de los pino s logran unos ingresos que superan los 260.000 euros. «Todo lo que conseguimos se invierte en generar puestos de trabajo. Ya tenemos a diez personas en plantilla», explica su presidente, Ovidio Queiruga.

El Laboratorio Ecosocial do Barbanza apenas ha empezado a dar sus primeros pasos. El director de la Fundación Banco Santander, Borja Baselga, confirmaba esta semana que el convenio se renovará para los próximos dos años. «Coincidimos con la Fundación RIA en la visión de la necesidad de la recuperación de los espacios naturales y la necesidad de redescubrir el pasado para diseñar el futuro», indica Baselga.

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