Galicia
Coté: El doctor fraude gallego
Llegó a realizar cirugías, aunque nunca pisó una facultad de Medicina. El fiscal pedía para él 338 años de prisión, pero gracias a un inexplicable acuerdo ratificado por las víctimas solo tendrá que cumplir seis
Su verdadero nombre es José Manuel López , aunque todos lo conocen como Coté , incluso los pacientes a los que trató durante años. Ellos también lo llamaban doctor, pero la justicia acabó demostrando que la única profesión de este ferrolano era la de estafador. La historia de Coté arranca en los años 90 , cuando abrió en su ciudad una pequeña clínica de masajes y osteopatía, que poco a poco se fue haciendo conocida. Lo avalaban los diplomas que colgaba de las paredes para ganarse el favor de sus clientes. La estrategia de Coté funcionó y al poco tiempo, con una cartera ya importante de pacientes, dio el salto a una clínica mayor en la que los títulos se multiplicaron, y las ganancias también . Su estatus como presunto profesional de la medicina llegó a ser tal que algunos doctores se lo recomendaban a sus pacientes a la hora de tratar dolencias concretas, por lo que nadie dudó de la veracidad de los títulos que decoraban su despacho. De la noche a la mañana, el masajista se convirtió en oncólogo, neurólogo, cirujano y traumatólogo , entre otras especialidades médicas. Así lo referían las decenas de certificados a su nombre, expedidos por universidades, centros y asociaciones británicas, americanas, italianas, mexicanas y hasta puertorriqueñas.
Los que a la postre se convirtieron en víctimas de sus engaños recuerdan un despacho plagado de diplomas y una sala de espera atestada, incluso con pacientes sentados en la escalera de madera del edificio. No era fácil conseguir cita con Coté, pese a que pasaba consulta incluso de madrugada y tenía entre sus clientes a futbolistas y personajes de alto estatus de la ciudad. En el interior del sanatorio, recuerdan quienes lo visitaron, acabados de lujo a la altura de los ingresos que Coté percibía por sus innovadores tratamientos, que lo llevaron a abrir otro centro similar en Viveiro para gestionar una lista de espera de hasta tres años . Pero las mentiras tienen las patas cortas y los primeros en levantar la voz fueron los miembros del Colegio de Fisioterapeutas de Galicia, que en 1997 lo denunciaron por mala praxis y lograron una orden de cierre de las clínicas que nunca se llevó a cabo.
Coté consiguió esquivar la clausura de su negocio decretada por la Xunta, y más tarde ratificada por el Supremo, pero no la investigación que abrió la Udyco contra él por fraccionar sus ingresos bancarios para evitar tener que declararlos. Fue así, siguiendo el rastro de sus ingentes ganancias, como los agentes de la Policía llegaron a la clínica de Ferrol. Era febrero de 2008 y la sorpresa fue mayúscula . Lo que se encontraron allí fue una suerte de sanatorio que hasta contaba con salas de postoperatorio, pero que carecía de unas condiciones sanitarias e higiénicas mínimas. La operación, denominada «Zen», se inició por blanqueo de capitales pero acabó destapando un suculento negocio por el que Coté fue acusado de intrusismo médico y estafa . La fecha de su detención marcó el inicio de un via crucis judicial para las víctimas que se prolongó durante trece largos años.
Después de seis meses en prisión condicional, el falso médico puso rumbo a Castellón y allí empezó a colaborar con otra clínica. Mientras las denuncias en Ferrol se sucedían y las lesiones de sus pacientes iban saliendo a la luz , el ferrolano siguió nutriendo su patrimonio a orillas del Mediterráneo a costa de «presentarse como médico, examinar a los enfermos, diagnosticar enfermedades de todo tipo y prescribir tratamientos diversos, incluido en algún caso tratamientos con células madre, trasplantes y cirugías no menores», indicó el Supremo. Por estas actividades, juzgadas antes que las de su primera consulta, Coté fue condenado a cuatro años y medio de cárcel por estafa e intrusismo . Pero, insistían sus víctimas, la verdadera prueba de fuego por sus mentiras lo esperaba en la Audiencia provincial de La Coruña, el pasado diciembre.
El escrito de acusación de la Fiscalía, demoledor a todas luces, solicitaba para el falso doctor una pena de 334 años de prisión e incluía un delito de homicidio imprudente por la muerte de un joven al que no diagnosticó —pero sí manipuló, acusaban— un tumor de boca. Para las víctimas, el arranque de la vista oral contra el doctor fraude supuso todo un «triunfo», y verlo entrar esposado a la Audiencia, una «satisfacción». Por delante quedaban cuatro intensos meses de juicio en los que se esperaba la declaración de 134 expacientes a los que Coté había causado todo tipo de daños, pero que ya nunca serán escuchados. Un inesperado acuerdo de conformidad apoyado por la Fiscalía y ratificado por todos los denunciantes truncó la posibilidad de que el ferrolano respondiese por sus actuaciones dentro de los muros de una consulta que algunos dieron en llamar la clínica del terror. La excusa de la acusación particular, una vez la familia del joven fallecido retiró la acusación por homicidio, se basó en la dureza que supondría «revivir de nuevo» los tratamientos a los que fueron sometidos y las secuelas de los mismos, por lo que optaron por aceptar una condena de prisión de seis años e indemnizaciones por valor de 3,2 millones de euros . En el caso del Ministerio Público, no hay excusas válidas ni comprensibles para reducir una petición de 338 años —durante las cuestiones previas la encarecieron en cuatro años— a solo seis.
Trato con el falso doctor mediante, los tratamientos que infligió a sus expacientes quedaron limitados a las fronteras de una sentencia pactada en la que, sin embargo, se ratifica que Coté «ejecutó actos médicos pese a no contar con la titulación necesaria», llegando a realizar «auténticas operaciones quirúrgicas con el consiguiente quebranto de la integridad física de sus víctimas». El relato de estos tratamientos que recoge el fallo del caso es estremecedor . «Menor de edad al que el acusado diagnosticó la presencia de una bacteria en el estómago y lo sometió a manipulaciones e inyecciones en distintas partes del cuerpo, incluida la cavidad oral». «Mujer que acudió aquejada de un dolor lumbar y a la que el acusado diagnosticó una patología que, le dijo, la llevaría a depender de una silla de ruedas. Le abonó más de 8.000 euros». «Menor de edad que acude por una amigdalitis. El acusado le diagnosticó una leucemia. Para el tratamiento lo sometió a un barrido óseo y le extrajo líquido mediante una punción lumbar . Sumando los tratamientos y los desplazamientos su madre abonó una cantidad no inferior a 47.500 euros».
La nómina de atrocidades reconocidas por el falso médico supera el centenar, que tras el acuerdo se repararán con indemnizaciones individuales por cuantías de entre 5.000 euros y 100.000 . Además, a Coté le serán decomisadas por orden judicial las ganancias de la clínica desde 2003 a 2008, momento de su detención. En total, unos cuatro millones de euros que dan cuenta de la fábrica de dinero en la que llegó a convertir una consulta donde lo único real fue todo el dolor causado.