La delgada línea entre el diseño y el surrealismo

Es un arte que ha cambiado el mundo. El surrealismo «implantó una manera de pensar» totalmente diferente, según cuenta Miguel Cajigal, uno de los técnicos de la exposición ‘Objetos de deseo’, en la Cidade da Cultura. Ha viajado desde Alemania, concretamente desde el museo Vitra Design —«el más importante relacionado con el diseño»— hasta Santiago para mostrar obras tan relevantes como ‘Silla’, de Gaudí; ‘Cadeau/Audace’, de Man Ray; o ‘Arrivo del Trasloco’, de Giorgio de Chirico. También está Dalí, Gae Aulenti o Lee Miller.

«El fin de la exposición es contar la historia que hay entre el diseño y el surrealismo», explica Cajigal. Y ese hilo que podría parecer que los une tal vez ni exista, porque puede que la disciplina artística y el diseño solo sean uno: «La línea para diferenciar ambos conceptos no existía para muchos artistas», Dalí ni la contemplaba. El artista catalán, uno de los más nobles exponentes del género artístico, es principalmente conocido por sus pinturas y cuadros, pero tras de sí también dejó un sinfín de obras de diseño: hizo muebles, joyas, colaboró en películas haciendo la ambientación... «En esta exposición podremos conocer al otro Dalí aparte del de los cuadros». Cuenta el divulgador cultural que Dalí estaba interesado en la «obra de arte total»: podría ser un cuadro, pero también un perchero o incluso telas.

El surrealismo es un movimiento que nace en la literatura, pero se va propagando en otros aspectos vitales y ocupa otras artes. Esta exposición comienza, precisamente, con una silla, de Gaudí. El artista y arquitecto catalán no era precisamente surrealista, pero de hecho puntualiza Cajigal que en él —y en esa obra— se dan las primeras pinceladas al nuevo estilo. Comienza una «manera de pensar y de mirar al mundo» totalmente nueva. Para acercarnos un poco más y ver la historia del surrealismo más de cerca, ‘Objetos de deseo’ está articulada en cuatro patas: ‘Sueños de modernidad’, ‘Imagen y arquetipo’, ‘Surrealismo y erotismo’ y ‘El pensamiento salvaje’.

En la primera categoría se explica cómo nace el estilo y la manera en la que va invadiendo otros ámbitos. Ahí se encuentra la silla de Gaudí, artista que «pensaba de una manera muy similar a los surrealistas» que le seguirían. ‘Imagen y arquetipo’ trata sobre los propios objetos en sí y el coleccionismo, «la mayor parte de los diseñadores de hoy en día se rodeaban de objetos para inspirarse, y esa manera de trabajar era muy propia de los surrealistas», cuenta Cajigal. En muchas ocasiones, «se parte de lo absurdo como punto de inicio», como es el caso de la mesa expuesta cuyas patas son ruedas de bicicleta (Gae Aulenti). En esta etapa está el cuadro de Giorgio de Chirico, «primera vez que podemos ver una obra suya en Galicia».

En el tercer ámbito el surrealismo se relaciona con el erotismo. Es un movimiento, cuenta el técnico, que «desafió muchas convenciones en su momento», muchas de ellas que tenían que ver con el sexo. Primero los hombres usaban figuras femeninas como arte, incluso cosificándolas, pero ellas contraatacaron y le dieron la vuelta un tiempo después. Se producían debates que se dan ahora y parecen nuevos, pero ya tenían lugar por aquel entonces. En este sentido, obras como ‘Self portrait (I am in training, don’t kiss me)’, de Claude Cahun, fueron diferenciales.

Por último, la exposición explica el uso que hacía el surrealismo de lo aleatorio: esta característica está tan presente en nuestros días que hasta llegó a la música popular. Canciones de The Beatles, cuenta, como ‘Penny Lane’, parten de una cosa tan azarosa como una calle, y el oyente ni se lo plantea. En la exposición, este ámbito está representado en obras como ‘Vegetal Chair’, de Ingo Maurer: creó un mueble a partir de un borrón sobre el papel.