Coronavirus Galicia

Los comerciantes ambulantes acusan a los concellos de cerrar mercadillos por «simple dejadez»

Los vendedores ambulantes se quejan del perjuicio y piden que se cumpla la ley

Un vendedor en el mercadillo de Santiago, que se celebra los jueves MUÑIZ

P. Abet

Ser vendedor ambulante nunca ha sido un oficio fácil pero, en tiempos de Covid, lo es mucho menos. A las pérdidas sufridas durante el confinamiento, cuando se decretó el cierre de los mercadillos, se suma ahora la «dejadez» de algunos concellos a la hora de responsabilizarse de estos «centros comerciales al aire libre» de los que dependen miles de familias gallegas. Con la llegada de la desescalada, muchos municipios volvieron esta semana a la actividad comercial que llevaban meses negando, pero desde la Plataforma Galega de Vendedores Ambulantes denuncian que la normativa siempre contempló su apertura como si se tratase de otro comercio, aunque la mitad de los ayuntamientos gallegos decidieron cerrarlos para evitarse complicaciones. «No tenemos paredes ni techos, y hay de todo en un lugar al aire libre, pero dependemos de la competencia municipal» , explica Begoña Martínez, portavoz de esta asociación, que critica que durante los meses previos «muchos concellos no cumplieron con sus funciones y abrían al cincuenta por ciento o ni tan siquiera abrían».

«Decían que si solo hay un 15 por ciento de clientes es mejor cerrarlo o mantenerlo a la mitad, y eso es no cumplir con su responsabilidad», afean los comerciantes ambulantes, abrazados a un decreto que contempla su funcionamiento siempre que se cumplan las normas básicas. El cierre de la mitad de los mercados de Galicia supuso unas pérdidas insalvables para muchos de sus compañeros. «Muchos concellos no cumplen con su responsabilidad, pero sí nos cobran las tasas», prosiguen. «No tiene sentido que el comercio establecido o la plaza de abastos, donde no hay distancia entre los autónomos, sigan abiertos y nosotros no. Esto es un abandono a un sector que sube mucho la afluencia de sus municipios , sobre todo en los meses de verano cuando más turismo hay», inciden desde esta plataforma.

Los vendedores ambulantes explican que ellos se esmeran en cumplir con la normativa y en mantener la distancia y la desinfección en todo momento pero, persisten en su queja, las labores de control dependen de los municipios a los que pagan por montar . Y todo pese a que el decreto que regula su existencia es claro: «Si no hay posibilidad de espaciar los puestos un metro y medio y cuatro frontales o, en su defecto, si no hay posibilidad de poner lonas o mamparas o, si no se puede ampliar la jornada de mañana y tarde, se plantea que solo monten un 50% de los puestos », explica Begoña Martínez, que recalca que en la mayoría de los mercadillos de Galicia hay posibilidad de espaciar los puestos para cumplir con las limitaciones antiCovid sin ningún problema.

Con la relajación de la medidas, y a medida que el buen tiempo se aproxima, los vendedores se preguntan qué va a pasar en verano . «Normalmente los que menos cumplen son los que tiran mucho de nosotros esos meses, por eso lanzamos un SOS para que haya controladores para los carteristas, queremos el bien de la ciudadanía, cosa que nunca han puesto. Quieren dinero para su municipio en verano, y listo», critican desde la Plataforma señalando a los ayuntamientos costeros, que en invierno los «desprecian». « Hay muchos turistas y gente que vienen de otros lugares y tienen que estar seguros , queremos que nuestros clientes estén arropados por el orden», insisten sobre la necesidad de mantener unos mercados a raya dada la situación actual y el hecho de que «las tasas las seguimos pagando».

«La referencia en buen comportamiento es Vigo. Todos deberían tomarlo como imagen porque se controla a la perfección quiénes acuden y quiénes no. También se tienen muy en cuenta las incidencias y si, por ejemplo, hay robos, doblan la Policía. También hay unos controladores que vigilan que nadie fume, que se mantenga la distancia, que se use mascarilla... yo voy a un centro comercial cerrado y veo que en las colas no se cumple la distancia. Es un agravio comparativo claro», disponen cansados de meses sin apenas ventas y con un futuro tan incierto como las idas y las venidas de una pandemia que los ha dejado al raso.

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