Coleta y corbata

Los socialistas no se acaban de encontrar a sí mismos. Pierden votos a marchas forzadas y en vez de hacer valer su potencial —que lo tienen— prefieren disfrazarse de sus competidores. Un día de Podemos, al siguiente de Ciudadanos y la careta del BNG hace años que la compraron y si no se la ponen a menudo es porque ha pasado de moda.

De Pablo Iglesias les gusta su programa social y su aversión a la derecha, pero rechazan la deriva independentista y su desprecio por el equilibrio presupuestario, porque por ahora en el PSdeG aún no han llegado al punto de detestar la economía de mercado, como sí hacen los partidos situados a su izquierda. De los de Albert Rivera les convence el sentido de Estado y la apuesta por la estabilidad política, pero les tira para atrás su programa favorable a la libertad económica.

Con esta situación, y ante la pérdida de apoyo ciudadano, viven un permanente dilema de si girar hacia la derecha o hacia la izquierda, con riesgos importantes en ambas maniobras porque si se dejan coleta se les escapa la parte de su electorado más centrada, y si visten camisa bien planchada y corbata los jóvenes que salen de las aulas con ganas de revolución van a preferir a En Marea.

Están ante el espejo, dándole vueltas a qué ponerse para ir a las autonómicas. Cualquiera puede imaginar las líneas generales de las campañas electorales de PPdeG, BNG, En Marea y hasta la de Ciudadanos, pero la del Partido Socialista de verdad que es un misterio. Se quieren parecer a todos, y olvidan que en política, el electorado prefiere siempre los originales a las copias.

Cuanto más se acercan a Podemos o a Ciudadanos, menos recuerdan a sí mismos y más despistan a sus votantes tradicionales, los que apoyaban a Francisco Vázquez en La Coruña, a Xerardo Estévez en Santiago e incluso a Emilio Pérez Touriño como presidente de la Xunta. El socialismo clásico resolvió el dilema estético con la chaqueta de pana, lo de coleta y corbata a la vez es a todas luces una horterada.