Juan Soto - El garabato del torreón

Los ciudadanos no importan

Está por ver el primer caso de podemita que haya pedido rebaja de sueldo o haya devuelto el iPhone

Ya desde antes de que la nena del laxante amamantase al rorro en el hemiciclo y Pablito el de la laca hiciese leva en Galicia, era sabido la casta de pajaritos que iban a dejarse atrapar en la red. Las listas de las municipales confirmaron el augurio; y salvo en un par de municipios en los que unos cuantos ingenuos se engancharon a la recluta, el banderín se nutrió del recuelo de la achicoria: cofradía báquica, escurridura de la basura y otros desechos de tienta. O sea, el óxido de la quincalla. Se vio enseguida a qué clase de negocio se apuntaba esta gente, y todavía está por ver el primer caso de podemita que haya pedido rebaja de sueldo o haya devuelto el iPhone o reparta las dietas con el parado de la esquina.

Los principios son los principios, pero ya el verdadero Marx (o sea el de Nueva York no el de Tréveris), nos enseñó que si unos resultan inaceptables siempre podemos sacar de la chistera otros y otros y otros. Y así hasta que el calvo nos compre el peine.

Tales menudencias no tendrían mayor importancia si no fuera porque quienes las padecen son personas de carne y hueso, gentes que viven en ciudades empantanadas en las turbulentas aguas de las Mareas y tienen la mala costumbre de madrugar para ir al trabajo, cumplir con sus obligaciones laborales y tributarias y, así como de paso, cargar con los gastos del tinglado.

Entretenidos en disputas tan decisivas para el bien común como si conviene o no cambiar el nombre a la ferrolana Rúa das Ánimas, porque el Purgatorio es un invento de los curas, o si asistir a los actos de la Ofrenda al Apóstol contraviene la norma, estos políticos que nos vendieron el Cielo a cómodos plazos resulta que abandonan a su suerte todo lo que considera asunto de menor cuantía: pagar a proveedores, recoger la basura de las calles, atender a la prestación de servicios sociales, establecer planes de empleo que contribuyan a aliviar el paro... Mientras se calea la fachada ideológica, se permite que la carcoma destruya toda la estructura del edificio. El fanatismo se impone a la gestión. Pero el que no se consuela es porque no quiere: al lado del Kichi de Cádiz, su homólogo de Ferrol es casi uno de los grandes cerebros de la política municipal en España. Y de los más almidonados, incluso.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación