Carlos Príncipe - TRIBUNA

Por los niños, abramos las escuelas

Es evidente en esta segunda onda que el Sars-Cov2 es ahora más contagioso y menos letal que lo que sufrimos en marzo y abril de este año. Sin enseñanza presencial los niños más pequeños pueden sufrir un retraso en su desarrollo y maduración no solo escolar, sino también afectiva

Aula de infantil vacía en un colegio de Orense ABC

Carlos Príncipe

Llevamos ya más de cinco meses con las escuelas cerradas en España, el Covid-19 se ha extendido y estamos en este momento en una segunda onda epidémica. Es evidente en esta segunda onda que el Sars-Cov2 es ahora más contagioso y menos letal que lo que sufrimos en marzo y abril de este año. Sabemos también que los niños se afectan menos y con mucha menos gravedad , y que si son menores de 10 años la inmensa mayoría de los casos son leves e incluso asintomáticos. El Centro de Control de Enfermedades (CDC) con sede en Atlanta (USA) certifica que la tasa acumulada de hospitalización pediátrica en Estados Unidos es de 8 por cada 100.000 habitantes, mientras que esa misma tasa en adultos es 20 veces superior, 164,5 por cada 100.000 habitantes.

La experiencia de otros países que han tenido abiertas o que ya han reanudado las actividades escolares nos permite saber que de cada tres contagios que se producen en las aulas dos —es decir el 66,6%— tienen su origen en un adulto que trabaja en el ámbito escolar y solo el 33,3% de los brotes se han originado en los niños. Es más, sabemos que los niños mayores de 10 años hasta los 19 son los más contagiosos, incluso un poco más que los adultos. En esta franja de 10 a 19, un 18,6% pueden transmitir el virus, los adultos en un 11,8% y los menores de 10 años solo un 5,3%. Estos datos corresponden a un estudio realizado en Corea del Sur entre 5.700 personas infectadas y sus más de 59.000 contactos.

Por último, en Francia y China han estudiado brotes de Covid-19 entre grupos familiares y basándose en los estudios de rastreo de esos grupos se constató que los niños no habían sido el origen , la fuente inicial, de ninguna de las infecciones estudiadas.

Debemos por tanto concluir que los niños no van a ser el problema, que seguro que va a haber brotes en nuestras aulas y centros escolares. En Alemania el porcentaje oscila en torno al 5%, pero que es más posible que el origen de esos brotes esté en los adultos asintomáticos y portadores de Sars-Cov2. Por eso la necesidad de antes de empezar las clases testar a los trabajadores de la enseñanz a que se van a relacionar con nuestros hijos y nietos.

También es fundamental extremar la creación de grupos cerrados , los mismos alumnos con el mismo docente; reforzar el distanciamiento social; higiene y aireación; lavado frecuente de manos; y mascarilla obligatoria para todos los adultos y niños mayores de 6 años sin excepción .

Pero no es discutible la enseñanza presencial. Sin enseñanza presencial los niños más pequeños pueden sufrir un retraso en su desarrollo y maduración no solo escolar, sino también afectiva , comprometiendo su socialización y su futuro como personas autónomas no dependientes.

Podría estudiarse en los estudiantes a partir de secundaria una posible experimentación de modelos híbridos de enseñanza que combinen la presencial y la enseñanza a distancia, pero hay que pensar que ese modelo híbrido va a perjudicar una vez más a los chicos y chicas de familias con menos recursos económicos y culturales, con lo cual la escuela dejaría de ser un ascensor social y se convertiría en un muro que profundizaría la división clasista de nuestra sociedad.

Tengo 64 años, soy persona de riesgo y no he dejado de trabajar desde que empezó la pandemia con niños y jóvenes todos los días. Algunos de ellos infectados. Puedo asegurarles que los niños no son el riesgo , sino los comportamientos incívicos e irresponsables de quienes no respetan las normas básicas de convivencia que se deben practicar en momentos de pandemia.

Tenemos por delante dos años de convivencia con el Sars-Cov2. Abramos las escuelas, abramos los centros de trabajo y cuidémonos a nosotros mismos. Si PSA Citroën puede trabajar; si los hospitales, consultas o centros sanitarios podemos funcionar; nuestras escuelas pueden educar a nuestros niños y jóvenes sin grandes riesgos para la comunidad. Se lo debemos a esa generación .

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