José Luis Jiménez - Pazguato y fino
Caballero, el unificador
Es difícil de entender que el PSOE coruñés se humille como lo hizo
El alcalde de Vigo ha salido al rescate del PSdeG en su condición de regidor de la primera ciudad de Galicia y referente de la agrupación socialista más numerosa de la Comunidad. En política, los gestos nunca son gratuitos. Que Abel Caballero asuma este proceso de liderazgo no es casual, y responde a su interés por controlar directa o indirectamente lo que pase en el partido, tanto en la designación de candidato como en la elaboración de las listas. Es, no obstante, un interés legítimo y tampoco oculto: sus afines lo hicieron saber a los periodistas para que se divulgara.
Sin embargo, el empuje de Caballero no se produce en un territorio virgen, sino en uno abonado por la copiosa hemeroteca más reciente. La clave de su indiscutible éxito en Vigo se ha basado en anteponer el discurso localista —de recalcitrante victimismo— a coste de elementos básicos de convivencia como el respeto entre las ciudades o los territorios. Por momentos, sin importar pisar callos en el norte porque eso le daba réditos en su feudo, un ajuste de cuentas con La Coruña para vengar supuestas afrentas de la remota etapa del «vazquismo».
Por eso es difícil de entender que el PSOE coruñés se humille como lo hizo, aunque su comatosa situación puede explicarlo casi todo. Por eso Caballero debería saber que, aunque los alcaldes o portavoces sonrían para la foto, puede haber una base militante molesta por haber sido insultada mientras él construía su mayoría absoluta. Por eso es legítimo que intente unificar el partido, pero acabe fracasando en el intento. La gente no olvida.