José Luis Jiménez - Pazguato y fino

El botón rojo de Leiceaga

El alcalde de Vigo no aceptará bajo ningún concepto que Gonzalo Caballero vaya en la lista de Pontevedra

Xoaquín Fernández Leiceaga, el pasado 25 de julio durante los actos de homenaje a Castelao en Rianxo EFE

El pulso que Abel Caballero ha lanzado a la gestora del PSOE y al candidato Leiceaga no es una cuestión menor. Porque sea cual sea la solución, habrá un vencedor y un vencido. No hay opción al empate ni a la victoria colectiva. El alcalde de Vigo no aceptará bajo ningún concepto que Gonzalo Caballero vaya en la lista de Pontevedra. Si finalmente la gestora maniobra para incluirlo a través de la intermediación de Ferraz, la autoridad del regidor quedará en cuestión. El PSOE sabe que socavar a su principal referente municipal en España es minar su propio terreno de juego, y en el escenario de las inminentes autonómicas podría significar la desmovilización del partido en Pontevedra, circunscripción clave para determinar gobiernos.

Xaquín Fernández Leiceaga tampoco puede permanecer impasible ante la exclusión del hombre cuyo apoyo le permitió ganar las reñidas primarias de mayo para ser candidato a la Xunta. Si Gonzalo Caballero queda fuera de las listas, será su imagen y su autoridad en el partido las que queden dañadas. Incluso si prospera esa teoría peregrina de exportar al sobrinísimo a otra provincia. Toda solución que no pase por su presencia en la papeleta pontevedresa es una derrota para el presidenciable.

No hay una respuesta lógica ni previsible al pulso. En esencia porque Leiceaga tiene en su poder el maletín nuclear, el botón rojo que desencadenaría el apocalipsis definitivo en el PSOE: amenazar con renunciar a la candidatura a la Xunta si el partido no garantiza la presencia de personas de su confianza en las listas. La exigencia es del todo legítima y razonable. Estaría en plazo para una hipotética espantada si sigue siendo tratado como un elemento de atrezzo y no se tiene en cuenta la condición que ostenta. Dejaría al socialismo gallego descompuesto y sin novio para la cita de septiembre. Como arsenal a emplear, desde luego parece más potente que cualquier desafío que plantee Vigo. Pero esto es política, y como diría un sabio orensano, «la política es un arte dinámica».

La pregunta a mayores que cabría hacerse es si la gestora y Leiceaga comparten fines. Aunque en vez de referirnos a la gestora deberíamos hacerlo a Pilar Cancela. Si la idea es que el candidato pueda contar con el mejor grupo parlamentario posible (ya sea de gobierno o de oposición), las listas merecerían un buen cepillado para meter gente con experiencia y valía, y no primar la renovación por la renovación, criterio bastante estéril. Aunque si la idea es reunir un rebaño dócil que se pliegue a los designios de la Rúa del Pino en caso de que Feijóo revalide la Xunta y el candidato regrese a la universidad (escenario en el que podríamos asistir al advenimiento de Cancela como secretaria xeral del PSdeG), sin diputados díscolos o con criterio propio, desde luego la gestora está acertando de pleno.

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