Cine
Benedicta, la estrella improbable
Pasado el revuelo de los Goya, la actriz revelación por «Lo que arde» se toma su incipiente carrera cinematográfica con filosofía:«La ambición queda bajita»
Benedicta Sánchez se levanta antes de que haya amanecido y pone rumbo a Santiago. El presidente de la Xunta le ha propuesto compartir unos minutos, un paréntesis en la ajetreada agenda de precampaña del candidato a la reelección, y ella acepta gustosa. Aunque el revuelo de los Goya, donde se llevó el galardón a la mejor actriz revelación por «Lo que arde», ya ha pasado, cumplidos los 84 años escribe un improbable capítulo en una biografía no exenta de avatares. Curada de espantos después de cruzar el charco como tantos gallegos, ganarse la vida en Brasil, criar una hija y retornar a casa, asume su nuevo estatus con una naturalidad pasmosa. « A estas alturas, la ambición queda bajita...», confiesa con un hilo de voz.
Hubo un tiempo en el que Benedicta Sánchez (O Corgo, Lugo, 1935) no podía ni soñar con posar para los flashes de los fotógrafos. No ya en la Cidade da Cultura, en el Monte Gaiás compostelano, escenario de su último encuentro mediático, sino en el festival entre festivales, el de Cannes, la Meca del glamour en el séptimo arte. Difícil imaginar que cuando, animada por su hija, se presentó para el casting de la última película de Oliver Laxe , aquella incursión amateur acabaría dando a su vida un giro, como reza el cliché, digno de película. Estrella impensable a su venerable edad, solo un guion rebosante de imaginación habría concebido un repentino salto al estrellato como el suyo.
Y sin embargo, el haber alcanzado la fama de forma tan tardía y desde Galicia le ha sacado de su tranquila rutina en una parroquia lucense para bailar la muiñeira en la Costa azul francesa, conceder un buen puñado de entrevistas y codearse con los Almodóvar y compañía en Málaga, de donde regresó con un «cabezón» bajo el brazo —ese que Alberto Núñez Feijóo le pidió que llevara consigo en su último encuentro, para que pudiera presumir de galardón, y Benedicta, en un gesto involuntariamente revelador, olvidó en casa—;pero es una fama controlada, ajena a la obsesión por los seguidores en las redes sociales y las visitas a los programas de moda que arrasan en YouTube.
En la web de la Academia de Cine, sin ir más lejos, no hay rastro de ella. Una búsqueda con su nombre no ofrece resultados. En la archiconocida base de datos IMdB, sacrosanta referencia para cinéfilos de todo el mundo, apenas hay consignadas dos líneas en su biografía, en la que brilla su única pero exitosa incursión en el séptimo arte. Al menos, por ahora. «Sí, hay cualquier cosa por ahí... Tengo personas que van llevando eso. Había algo por Madrid... pero de momento no, confirmado no hay nada», explicaba en su última aparición ante los medios, requerida por sus planes a corto plazo. Menos concreta aún a la hora de desvelar si estaría dispuesta a responder a futuros cantos de sirena. Prosperar en el cine. Seguir adelante con su improbable carrera. «Bueno, depende, no sé», respondía a la gallega. «Como la vida me trae sorpresas, no sé... No puedo decir lo que va a ser de mi vida dentro de 24 horas, ni dentro de un mes. Ni siquiera si existo...», confesaba con esa franqueza genuina que desarma.
A Benedicta Sánchez, después de todo lo visto y vivido, nadie ni nada va a quitarle el sueño. «Si tuviera 20 años, pues...». Bien entrada en la novena década de su vida, echa la vista al futuro con sosegada templanza. Ese «la ambición queda bajita» da a entender que no es lo mismo disfrutar con el regalo inesperado que le ha traído la repercusión de su papel en «Lo que arde» y levantar castillos en el aire. Por más que una aventura puntual la convirtiera en el nuevo reclamo al calor de una súbita notoriedad que no hicieron más que rubricar los premios Goya.
Vida de cine
A l a sorprendente musa de Oliver Laxe es a quien menos se le oculta, camino paso a paso de los 85 otoños, que se encuentra en una burbuja que se irá atenuando. «Ojalá que la vida fuese así», expresaba. No lo fue para ella durante la inmensa parte de su trayectoria, cuando debía dejar en un segundo plano su sed de conocimientos en favor de tareas mucho más mundanas y sacrificadas, como atender a los animales en el hogar paterno en O Corgo o, ya en Brasil, ganarse la vida para salir adelante. Como se resaltó desde la Xunta cuando se anunció que era una de las merecedoras de las Medallas Castelao, su «interés por la cultura» nunca desapareció. Estaba probablemente agazapado a la espera de que una casualidad del destino lo hiciera aflorar de la forma menos esperada:a través de una película pequeña, independiente, rodada en Galicia, que ha gozado por sí misma de un estimable éxito. Y con ella, de la mano, su gran baza, Benedicta, la misma que hoy echa la vista atrás y le quita hierro a las fastidiosas rutinas de cualquier rodaje. «Solo obedecer:vete para allí, vete para aquí...Todo muy grato, muy agradable».
Casi se podría decir que a Benedicta se la «rifan» mientras sigue en esa pequeña cresta de ola de popularidad. Se celebra la feria del cocido de Lalín y se codea con Feijóo y con alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida , como una de las invitadas ilustres. Se inaugura un nuevo «paso de vaca» en Arzúa (Lugo) y allí acude la ganadora del Goya. «No me quejo» dice ella.«Es más cansado: atender el teléfono, ir aquí, ir allá...». Pero siempre la sonrisa:«Todo muy bien. Me gusta la comunicación. Me siento muy bien». Una palabra para resumir su nuevo estatus: «Maravilloso».
Escapadas puntuales desde O Corgo que no restan un ápice de modestia a la protagonista inopinada de esta historia de cine. Ella misma lo expresa mejor que nadie, aunque sea susurrando apenas: «Si no tuviera los años que tengo y cierta experiencia, me encontraría tremendamente vanidosa . A estas alturas... lo acepto».
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