Juan Soto - El garabato del torreón
Asesores y asesorados
La única actividad que se le conoce a la sobrevenida alcaldesa es su visita a Fitur
Las prisas siempre fueron malas y el trabajo cansa, lavorare stanca , que dicen los italianos (y hay un hermoso poema de Pavese con ese título). De modo que con escrupulosa observancia de ambos principios, he aquí que la única actividad laboral que se le conoce a la sobrevenida alcaldesa de Lugo en estos ocho meses en el desempeño de su cargo es una semana de vacaciones en Madrid, visitando Fitur, que es como la Feria del Campo de Franco, también con mucho panel fotográfico y mucha degustación.
Existe una vieja teoría, muy acreditada por la experiencia, según la cual lo mejor que se puede hacer con la autoridad competente es mantenerla lo más alejada posible del despacho oficial, para evitarle molestias y, sobre todo, para evitárselas a los ciudadanos. Desde ese punto de vista, nada que objetar a la señora alcaldesa. Pero lo que no entendemos es que de su asueto madrileño hayan participado (lo dice el papel) un grupo de asesores en diversas materias, ninguna de ellas relacionadas, ni tangencialmente, con el turismo, que era el pretexto de la jubilosa vacación.
El firmante desconoce el presupuesto para contratación de asesores que tiene consignado un Ayuntamiento que, curiosamente, no tiene dinero ni para pagar el recibo de la luz del museo/chimenea de Frigsa. Por no saber, el firmante tampoco sabe cómo se contrata un asesor, si es por concurso de méritos, o por guapo, o por cuñado, o por capacidad profesional, o porque lo impone el partido, como antes imponía a sus comisarios políticos para que hiciesen de chivatos. El firmante se inclina más bien por esta última posibilidad: en vista de que la señora alcaldesa hace más bien nada, es lógico que el partido quiera saber en qué gasta la jornada laboral. Los eventuales socios de Lugonovo (un paradigma de aquello que Berlinguer llamaba «el aterrizaje del sueño en la pesadilla») han soltado la especie de que la alcaldesa se limita a seguir los dictados de la Diputación provincial, otra de las varias instituciones luguesas afectadas de severa caquexia. Si es así, la cosa empieza a estar clara: «Usted haga lo que yo», le dirá el señor presidente. Y más obediente no puede ser.