Coronavirus
Dos años de pandemia: «La gestión de la tercera ola fue el peor error, pero hemos aprendido»
24 meses después se ve la luz al final del túnel: «La impresión es que se está acabando la pandemia»
![Sanitarios se preparan antes de entrar en una UCI](https://s2.abcstatics.com/media/espana/2022/03/20/ddd-kROG--1248x698@abc.jpg)
El 13 de marzo de 2020 se declaraba en Galicia la emergencia sanitaria por los la irrupción del coronavirus. Hoy, dos años y seis olas después de aquel acontecimiento, el virus sigue presente en nuestra vida, pero de una manera muy diferente: «La situación ahora es mucho mejor si pensamos en lo que podría pasar hace unos años», dice Pedro Rascado, jefe de Servicio de Medicina Intensiva del CHUS. El médico ha vivido en primera línea la batalla contra el Covid, que se saldó con la vida de 3.173 gallegos. Si la vida fuera de los hospitales ha sido complicada desde entonces, entre los pasillos y habitaciones los profesionales sanitarios se han dejado la piel durante 24 meses, sin descanso. Incluso una vez salían de trabajar, durante aquellos primeros golpes de la pandemia, «en casa lo pasas muy mal porque te aislabas de la familia» , el mejor apoyo en aquellos tiempos. Casi con un nudo en la garganta lo recuerda Mónica Álvarez, enfermera. Álvarez dejó su trabajo en la UCI justo dos meses antes de que todo comenzara para ir a quirófano, pero no dudó en solicitar la vuelta a su anterior puesto aquel marzo.
El miedo a lo desconocido era un factor común en todos los profesionales sanitarios, cuentan. «Miedo por la incertidumbre». «Miedo a la inseguridad». «Miedo a contagiar a tus seres queridos». « Miedo a no poder dar la respuesta necesaria ». En los hospitales donde trabajan los médicos y enfermeras entrevistadas se vivieron igual aquellas primeras semanas. Incluso en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde los médicos están más que acostumbrados a tratar con pacientes graves, que «vivimos continuamente con el sufrimiento y muerte», dice Álvarez, la situación les superaba anímicamente. «La sensación de soledad de esos pacientes, que se pasaban semanas sin ver ni hablar con nadie, era lo peor», recuerda la enfermera. « Ver eso era peor que mi propio cansancio físico . Nosotras hacíamos casi el papel de psicólogas, pero teníamos que hacernos las fuertes y decirles que todo va bien», reconoce, cuando en realidad no era así. «Sabes que son mentiras piadosas, pero te llevas esa carga a casa».
Mientras tanto, el resto de la sociedad de quedaba confinados en sus casas, durante dos meses, sin poder reunirse, ir a trabajar o a pasear. La economía peligraba, los que todavía podían trabajar lo hacían desde casa, y los jóvenes no volverían a clase hasta el septiembre siguiente. Pero el confinamiento fue efectivo y tras la desescalada se permitió un verano, dentro de lo que cabe, bastante normal. Pero no sería por mucho tiempo.
La llegada del otoño volvió a traer un repunte de casos, la segunda ola, y el miedo llevó a tomar medidas inmediatas. Toque de queda, cierre de hostelería, y en los peores momentos incluso se prohibieron las reuniones entre personas no convivientes. Después del confinamiento, en ese momento se tomaron las decisiones más duras de la pandemia. Algunas poblaciones volvieron a situaciones de encierro por su alta incidencia, «como Orense», rememora José Luis Muíños, médico de Atención Primaria en la ciudad y miembro del subcomité clínico de expertos que asesoran a la Xunta en materia de Covid. « Sabíamos que nuestras decisiones iban a tener consecuencias económicas , y eso siempre nos lo hemos pensado muy bien. Un país arruinado es un país sin sanidad», dice el doctor. Lo difícil en aquellas reuniones era ser capaz de encontrar el equilibro perfecto entre frenar la propagación del virus, que terminaba en fallecimientos, y evitar los máximos perjuicios posibles a la economía. «Las medidas tienen que ser proporcionadas, y creo que en Galicia lo han sido», declara Muíños, valorando el papel del comité.
Con todo, «también se han cometido errores, y hay que reconocerlo». La tercera ola, en Galicia, fue «tremenda». Las Navidades de 2020 pasaron factura en la sanidad del país, y los ingresos y fallecimientos —apenas había comenzado la campaña de vacunación— se dispararon. Ahora admite el médico que «se fue muy laxo permitiendo viajes y desplazamientos, porque significó muertos». Durante aquella ola se alcanzaron los casi 23.000 casos activos y casi 1.000 fallecimientos. « Fue el error más grande de la pandemia, pero creo que hemos aprendido ».
Llegada de la vacuna
Pero con el 2021 llegó una esperanza, y la ilusión volvió a renacer con la vacunación:«Al principio fue muy difícil de organizar», explica Verónica Civeira, coordinadora de la vacunación en el área sanitaria de Orense. «Muchos kilómetros en taxi para ir a las residencias», jornadas sin fin, pero merecía la pena: relata Civeira que no tenía precio ver la ilusión de los mayores cuando entraban las enfermeras por la puerta de los centros con las inyecciones. «Nos esperaban todos sentados y preparados», impacientes por inmunizarse por fin. « Estaban esperando abrazar a sus nietos por fin», después de casi un año sin contacto directo con ellos. A la enfermera nunca se le borrará de la retina la imagen de una señora, «una de las primeras a las que vacunamos, que nos recibió con lágrimas en los ojos diciendo que por fin iba a conocer a su bisnieta », nacida en plena pandemia.
Ahora entramos en 2022 desde una posición muy diferente a hace un año. Galicia es una de las regiones europeas con mayor porcentaje de vacunación sobre la población, por eso a pesar de, en enero, llegar a los 80.000 contagiados, «la inmensa mayoría era con síntomas muy leves», cuenta Muíños. Lo que se traduce en mucha menos presión en las UCI: « La situación es mucho mejor » en estas unidades durante esta sexta ola, dice el doctor Rascado. La leve sintomatología de la ómicron y la vacuna, que produce una tasa de muertes menor a la de la gripe, según Muíños, apunta a que en el corto plazo «se puede dar ese paso y tratar la pandemia como un catarro». « La impresión es que se está acabando la pandemia », lo que puede significar el fin de las pocas medidas todavía vigentes, pero, claro, «hay vértigo porque estamos muy influenciados psicológicamente por la primera y tercera ola, donde la mortalidad fue tremenda». «El futuro, aunque incierto, es positivo. Pero hemos visto algo que fue espantoso», concluye Muíños.
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