Juan Soto - EL GARABATO DEL TORREÓN

Se amplía la red clientelar

El ayuntamiento de Lugo prepara una sustancial operación enchufe. Echémonos a temblar

Con el nada sutil pretexto de que no queda más remedio que revisar al alza la plantilla («Relación de puestos de trabajo» en la nueva perífrasis administrativa, RTP en el siglo de las siglas) hete aquí que el ayuntamiento de Lugo prepara una sustancial operación enchufe, que permitirá al gobierno local ampliar su red clientelar en otros 150 trabajadores. Echémonos a temblar.

Es cosa curiosa ésta de las magnitudes inversamente proporcionales: a menos trabajo, más funcionarios. Porque resulta que la desmesurada plantilla de empleados municipales se corresponde, extrañamente, con la privatización y/o externalización de servicios y competencias. Lo que antes hacían los trabajadores del Concello ha pasado a manos de empresas externas. Se ha externalizado, como dicen los horteritas. Agua, alumbrado, recogida de basura, limpieza, asuntos sociales, jardines, transportes... No queda más servicio propiamente municipal que el de los ujieres y el de los guardias de la porra, reconvertidos ahora en recaudadores de tributos por vía impositiva.

O sea que si se echan las cuentas, el saco sin fondo, el apartado voraz e insaciable, es el que se corresponde al capítulo de «asesores personales», un epígrafe en el que cabe todo y que suele mostrarse especialmente receptivo con cuñados, primos, novios, compañeros de bachillerato y otros apéndices . Ser asesor es mucho más cómodo que ser funcionario por oposición libre, dónde va a parar. Incluso es mejor que ser político (por citar una profesión especialmente indicada para ineptos, camastrones y tomadores del dos), porque, como decía quien sabía de esto mucho mas que nosotros, ser asesor equivale a estar y no estar en política; es como poner el cazo todos los meses sin dar la cara, no vaya a ser que te la rompan. O sea, ir de estrella invitada.

Atentos a la apertura del banderín de enganche en la RTP. A ver si esta vez, por fin, se contrata un asesor gramatical, un negro que escriba discursos y redacte mociones con los puntos y las comas en su sitio. Un asesor aseadito que le explique a doña Lara y a sus concejales que no se puede decir lucensas, ni visualizar, ni conyugue. Un asesor, quiere decirse, que sepa algo más que firmar con el dedo.

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