Alberto Varela - Crónicas atlánticas
El cainismo en el PSdeG
Lo lógico es que si los resultados electorales son malos quien haya puesto la cara en el cartel se salga de primera línea y a otra cosa
Reflexionaba hace un par de semanas sobre la necesidad de que las fuerzas políticas en Galicia ejerciesen como tales, y no como meras delegaciones de la marca nacional en cuestión. Proyecto común sí, y lealtad con el resto del país también, pero a vaquiña polo que vale y si hay que cruzarse de brazos ante un gobierno amigo mejor no pensárselo dos veces.
El electorado no quiere políticos con alma de funcionario del aparato estatal que van al Parlamento a aplaudir al jefe y a silbar y mirar hacia otro lado si vienen mal dadas.
Si todo esto debería ser de primero de política, lo de no pelearse con el compañero por cuestiones orgánicas y no agarrarse al asiento si se pierden unas primarias se les debería enseñar ya en el parvulario.
Lo lógico es también que si los resultados electorales son malos quien haya puesto la cara en el cartel se salga de primera línea y a otra cosa. La vida da muchas vueltas y puede llegar otra oportunidad, y si no que se lo pregunten a Abel Caballero, que pasó de llevar al PSdG a tercera fuerza política frente al Bloque de Xosé Manuel Beiras a arrollar a todos en la alcaldía de Vigo. Quién se lo iba a decir a él en los 90.
Los reproches, las resistencias y los enfados que estamos viendo estos días en el socialismo gallego no obedecen a cuestiones ideológicas o a distintos puntos de vista sobre cómo llevar el partido, sino que son puras luchas de poder. Si siguen así las cosas no le envidio la victoria a Valentín González Formoso, que va a tener que ir al Parlamento con agua caliente a ver si desaloja la portavocía.
Y el BNG mientras tanto a crecer, y no porque el electorado se convierta al nacionalismo en masa, sino por cansancio de lo que ve en el resto de la izquierda.
Me decía un veterano alcalde socialista hace más de diez años que el peor defecto del PSOE era el cainismo. Pues por lo visto las viejas costumbres no se pierden.