Alberto Varela - Crónicas atlánticas

Bofetón de realidad con el Villa de Pitanxo

Mientras nos preocupamos por políticos mediocres, ahí afuera hay gente que se juega la vida

A todos se nos ha helado la sangre esta semana al saber del naufragio del Villa de Pitanxo en Terranova, esas tierras tan lejanas a las que gallegos, vascos y portugueses llevamos siglos acudiendo primero a por el bacalao y más recientemente a por el fletán negro.

Olas de 10 metros y nieblas que tardan semanas en levantar, la realidad allí supera a la ficción.

El hundimiento nos puso a todos en nuestro sitio. Cada uno con sus pequeñas miserias y preocupaciones y de repente descubrimos que hay hombres que se pasan semanas metidos en un barco, en medio de un temporal perpetuo y descansando en un pequeño cubículo compartido con los compañeros.

A veces con tan mala suerte como tuvo el arrastrero de Marín. No deben de ser tan raros los naufragios porque dos de los tripulantes del Pitanxo ya habían pasado por esa experiencia antes. Dos de 24, a ver en qué sector no habrían saltado todas las alarmas ante una ratio así.

A lo que iba, que mientras nos preocupamos en políticos mediocres, en comisiones que no llevan a ningún sitio o en los que no se quieren vacunar, ahí afuera hay una legión de ciudadanos que se juegan la vida para llevar el jornal a casa. Y mira por donde, de la tripulación del Pitanxo la mitad eran extranjeros, esos que hay quien los señala como fuente de todos los males. Y al salir del restaurante de comer bacalao al pil pil a mirar por encima del hombro al peruano que pasea humilde con su familia.

El naufragio de esta semana ha sido un bofetón de realidad, un espejo que nos ha puesto delante la dureza de la vida y que nos obliga a mirar lo verdaderamente importante. Pero lamentablemente estos periodos de lucidez suelen ser cortos.

Veremos los próximos días homenajes y condecoraciones, y no está mal, pero el mejor reconocimiento para la gente del mar sería mejorar las condiciones de su trabajo y valorizar el producto que ponen en nuestras mesas.

Ojalá este episodio de la historia de Galicia no caiga en saco roto.

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