José Luis Jiménez - Pazguato y fino
Ahora me río yo
La sensación desde fuera es que el socialismo lucense está manga por hombro. Aunque eso explica bastante bien cómo está en el resto de Galicia
La temporada interesante de este año no es la Champions, es la Diputación de Lugo. Emoción hasta el último minuto, resultados inesperados, alineaciones cambiantes y un árbitro con carné del que iba a ganar el partido pero al que una dura entrada a destiempo de uno de los contendientes ha vuelto extremadamente puntilloso. Vamos, una astracanada de esas que merece la pena contemplar comiendo palomitas.
Humillaron a Manolo Martínez en junio, negándole la Presidencia de la Diputación porque así lo exigía el BNG, dada la condición de imputado que ostentaba. Posteriormente, le perdonaron el desplante y apelaron a su corazón socialista para que reconsiderara su postura y permitiera una moción de censura que devolviera al PSOE el control del ente provincial, como si ostentara un título de propiedad hurtado con malas artes y que hubiera que devolver a su estado natural. Y lo volvieron a someter al escarnio público cuando, después de la moción de censura, lo apartaron del equipo de gobierno porque a los príncipes nacionalistas de la virtud les molestaba su presencia. Una afrenta ante la que Manolo Martínez dijo «basta». Y añadió: de mí no se ríe nadie más, a partir de ahora me reiré yo. Este miércoles fue la primera tanda de carcajadas.
La situación generada en la Diputación es insostenible, por la sencilla razón de que la gobernabilidad no está garantizada. PSdeG y BNG tienen un gobierno al albur de los zarandeos que Martínez quiera provocar en su venganza por el veto de los nacionalistas. El «gobierno de progreso» que nos vendieron tiene los pies de barro, al menos mientras el alcalde de Becerreá tenga acta de diputado y se mantenga fiel a su espíritu de venganza. Martínez está tensando la cuerda. Veremos por dónde rompe y qué consecuencias tiene. Es un problema del PSOE que debe solucionar Besteiro, pero no para que la herida se cierre hoy y se reabra pasado mañana. La sensación desde fuera es que el socialismo lucense está manga por hombro. Aunque eso explica bastante bien cómo está en el resto de Galicia.
El PP jugó ayer con acierto la carta de demostrarle a Darío Campos, presidente por accidente, que no obrar limpio en política tiene costes y peajes. El castigo al chantajista no merece ser reprobado —el BNG debe aprender a tragar los sapos que impone al resto a pesar de sus exiguas representaciones—, pero sí cabría reproche si Elena Candia aprovecha la coyuntura para bloquear la Diputación. Con un PSOE menos sectario, el PP bien podría ser un interlocutor para grandes acuerdos. Mientras, el circo sigue.