Juan Soto - El garabato del torreón

Un acuerdo razonable

Sería bueno que el pacto suscrito en la Diputación de Lugo hallase eco en otras instituciones

Tras demasiados meses de estancamiento y cabezonería, los dos partidos mayoritariamente representados en la Diputación de Lugo han abdicado de su intransigencia y han sido capaces de alcanzar un acuerdo para la aprobación del presupuesto provincial y, en consecuencia, el desbloqueo de los planes y proyectos sujetos a la disponibilidad de fondos. Se pone fin así a una situación altamente perjudicial para los intereses de los 67 municipios de la provincia y se cimentó en un verdadero atropello reglamentista: el partido mayoritario en número de votos y de diputados quedaba relegado a la oposición, mientras el de menor respaldo resultaba investido de cogobernante, con importantes áreas de gestión bajo su mandato y sustanciales fondos a su disposición. O sea, un paradigma evidente de la deturpación de la Democracia: las minorías se imponen a las mayorías.

La salida del minúsculo grupo nacionalista (dos diputados, 26.000 votos en las elecciones municipales de 2015; menos de cinco mil en las generales del pasado 26 de junio) del gobierno provincial permite presagiar un lógico encarrilamiento hacia una fase de sensatez democrática en una institución que, a partir de hora, ha de acostumbrarse a practicar el ejercicio de la transacción y el diálogo. Sin necesidad de instituirse en versión doméstica de una grand coalition, un entendimiento razonable entre PP y PSOE (en total, 22 de los diputados, equivalentes al 88 por ciento de sufragios emitidos), exclusivamente supeditado a los intereses de los ciudadanos, puede reportar importantes beneficios para una provincia demasiado tiempo castigada por los personalismos y la terquedad de sus representantes políticos.

Sería bueno que el acuerdo suscrito en la Diputación de Lugo hallase eco en otras instituciones igualmente precisadas de compromisos estables que reflejen la voluntad expresada en las urnas. El inexcusable respeto a las minorías no puede conducir al arrinconamiento de las mayorías. Salvo que apostemos por la abolición de la esencia de la Democracia. Quienes patrocinen esa idea deben tener la decencia de manifestarla sin rodeos.

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