Abrazo de oso

Sonríen e invitan a los militantes del BNG con voz cariñosa a que se sumen a la pandilla. Les dicen que en la casa común de las Mareas es uno muy feliz y que ellos solos no van a ningún lado. Igualito que en las sectas, todo maravilloso hasta que estás dentro.

Les ofrecen cariño a cambio de renunciar a su esencia, y debe de ser que necesitan uno más para pelearse, porque si no no me lo explico. El alcalde de Ferrol ya les ha advertido a sus colegas de Santiago y La Coruña que se centren en sus ciudades y se dejen de pensar en la Xunta; Yolanda Díaz se moriría por volver de Madrid como candidata, y en Podemos le empiezan a ver peros a todo lo que no huele a Pablo Iglesias. ¿De verdad al Bloque le sale a cuenta unirse a ese guirigay?

Una vez dentro del club, el mareante novato empezaría a ver las miserias, los codazos, las luchas de egos, las asambleas cocinadas en grupos privados de Whatsapp y lo que es peor, las diferencias de criterio en asuntos tan clave como si son o no nacionalistas. En las últimas elecciones generales les robaron una parte del electorado prometiendo un grupo parlamentario propio que era imposible, y jugaron al despiste diciéndole a cada uno lo que quería oír. «¿Es usted nacionalista? Vótenos. ¿No lo es? Ejem... Vótenos también, ya veremos cómo lo arreglamos después».

La debilidad es una característica humana difícil de corregir y es lógico que un sector del nacionalismo oiga los cantos de sirena y quiera acercarse a la coalición de moda para evitar el naufragio de su propio barco. Tal vez les iría mejor corrigiendo la escora, centrando su mensaje y dándose cuenta de que hay demasiada gente en el ala izquierda de la política. El traje que intentan venderles parece de prêt-à-porter, pero si se acercan verán las costuras toscas y mal rematadas. Ellos sabrán, pero los abrazos que les están ofreciendo se ve a leguas que no son de amigo, son de oso.