Narcotráfico

30 años de la Nécora: «Algo no hicimos bien para seguir persiguiendo Miñancos»

Se cumplen tres décadas del operativo que puso nombre y cara a los jefes de la fariña en Galicia

Banquillo con los procesados en la Operación Nécora ARCHIVO ABC

Patricia Abet

Pasó a la historia como la «Operación Nécora» , pero en los primeros compases de la mayor causa contra el narcotráfico en España el nombre en clave era otro. Quienes participaron en ella desde su origen la recuerdan como la «Operación Mago», un guiño al primer juez en plantar cara a los capos que convirtieron la costa gallega en un verdadero coladero de cocaína colombiana . Baltasar Garzón fue, junto al fiscal Javier Zaragoza, el cerebro de un operativo que puso nombre y rostro a los jefes de la droga en esta esquina atlántica. Hace treinta años, un 12 de junio de 1990, que los dos desembarcaron en la capital gallega con un listado de direcciones en la mano. Tras ellos, una comitiva de trescientos policías que viajaron de incógnito desde Madrid a Galicia para evitar chivatazos. El plan no salió redondo, porque Sito Miñanco —uno de los principales objetivos— tuvo el tiempo justo para escapar. A otros, cuenta la leyenda, los cazaron en pijama en su pazo.

Nadie se esperaba que un operativo de esa magnitud, helicóptero mediante, quebraría la indolencia con la que los dueños de la fariña actuaban y medraban. Tres décadas después, la droga sigue en la calle y las planeadoras en la ría , pero nadie mira ya hacia otro lado. «La Nécora fue el principio del fin», resumen Fernando Alonso, al frente de la Federación Gallega contra el Narcotráfico. Con la perspectiva que el tiempo concede, Alonso asume que este golpe fue el primero de otros muchos que se han dado después. «Acabó con la impunidad de estos vendedores de veneno» afirma sobre algunos de los célebres protagonistas de la redada.

Medio centenar de acusados se sentaron en el banquillo de la Audiencia Nacional, aunque las condenas fueron pírricas y casi nadie escarmentó. «Fue una macrocausa con microcondenas y eso generó una gran frustración social. Se los detuvo a casi todos y parecía que la pesadilla había acabado para siempre, pero no fue así y surgieron la impotencia y la desesperación. Lo que no podíamos imaginar en ese momento es que treinta años después íbamos a seguir persiguiendo a Charlines y a Miñancos . Algo no hemos hecho bien», reprocha Alonso.

Lo cierto es que las entradas y salidas de prisión han marcado la vida de los señalados en la «Nécora», siempre ligados al oro blanco. Laureano Oubiña (Cambados, 1946) fue condenado a doce años de prisión y a una multa económica, junto a su mujer Esther Lago, de 1.280 millones de pesetas de la época. A los pocos meses quedó en libertad provisional y retomó su actividad delictiva, por la que ha sido detenido en múltiples ocasiones. Su última salida de la cárcel se produjo en 2017, el mismo año en el que publicó un libro sobre su azarosa vida. En la portada se lo ve aferrado a las puertas del Pazo Baión que la justicia le arrebató y que se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la droga en Galicia.

En los últimos tiempos también ha vuelto a sonar con fuerza el nombre de José Ramón Prado Bugallo, más conocido como Sito Miñanco (Cambados, 1955). El rapaz que volaba con la planeadora se le escurrió de las manos a Garzón, pero cuatro años después la Audiencia Nacional lo condenó a veinte años por tráfico de drogas, evasión de impuestos y falsificación de documentos. Cumplió siete, salió de la cárcel, y al poco lo cazaron in fraganti organizando una descarga en un chalet de Madrid. Su última detención es reciente. Se produjo en 2018 en el marco de la «Operación Mito» . El nombre, de nuevo, lo dice todo. Miñanco se reveló como líder de una de las estructuras narcocriminales más potentes a nivel mundial. La investigación se saldó con 43 detenidos, cinco toneladas de estupefacientes intervenidos y la incautación de bienes e inmuebles valorados en 15 millones.

«No saben hacer otra cosa» resumen convencidos quienes conocen bien el negocio de la coca en Galicia. Tanto es así que, en no pocos casos, el narcotráfico se ha convertido en la herencia familiar y el capo, en patriarca del clan. El ejemplo más a mano es el de Manuel Charlín (Vilanova de Arousa, 1932), que salió absuelto de la «Nécora», pero no tardó en tropezar de nuevo con la ley. Él, y los hijos a los que involucró hasta arrastrarlos también ante el juez. Lleva diez años libre.

El narco en la sombra

La sucesión de arrestos, juicios, sentencias y años entre rejas es interminable, pero no ha sido óbice para que la actividad delictiva en la costa gallega se mantenga. Pese a todo, la comparativa entre la fotografía de ese junio de 1990 y el actual es llamativa. Ya nadie se pasea por el pueblo montado en un Ferrari , ni hay vendedoras de pescado con Rólex, pero el narco pervive en la sombra. «Hay algunos muy importantes que nunca han sido condenados y que siguen ahí. Conocemos algunos nombres; otros son opacos» sostienen los más implicados en esta lucha. El principal cambio radica en que nadie justifica ya al traficante. «Son delincuentes que están arrinconados y en la más absoluta clandestinidad, aunque tengan compinches». Tres décadas también han variado los modus operandi de los malos, que cada día se apoyan más en las nuevas tecnologías , una carrera en la que llevan años de ventaja a la Policía porque su capacidad económica «es ilimitada». Para Alonso, que ha logrado que los bienes incautados a los narcos pasen a manos de la sociedad antes incluso de que haya sentencia, acabar con el tráfico de drogas es un arcano. «Lo único que podemos hacer es limitarlo a la máxima expresión» espera sabedor de que tras la «Nécora» quedaron intactos los cimientos del más suculento y venenoso de los negocios sucios.

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