La defensa de Villarejo busca la absolución insinuando que engañaba a sus clientes
Su defensa denuncia los pactos de Fiscalía y se enroca en el discurso de una persecución de Estado
A la luz del tiempo que dedicó este lunes el abogado del comisario José Manuel Villarejo a defender que el juicio contra él obedece a una guerra del Estado para aplastar a «un testigo incómodo» que antaño sirvió a sus fines, se diría ... que se sienta en el banquillo por sus quehaceres policiales. Y sin embargo, la piedra angular de la defensa para rebatir el delito del que sí está acusado, el cohecho, es precisamente negar que fuese el 'Villarejo policía' quien facturaba cantidades ingentes de dinero a clientes particulares. Era su otra cara, la de empresario, la que se encargaba de eso.
Una dualidad «difícil de explicar», que diría al tribunal el abogado Antonio José García Cabrera, pero que espera le sirva de escudo frente a una Fiscalía Anticorrupción que no ha querido en un año de juicio entrar a pelear si era o no un espía y si estuvo o no en la liberación del Alakrana –como sostiene, entre otros 'logros'–, porque tanto da. La acusación lo es por prevalerse de su condición policial para acceder a información reservada de terceros que de otro modo, no habría estado a su alcance.
La defensa sostiene que lo que hiciese o dejase de hacer en los proyectos Iron, Land y Pintor, que son los que se están juzgando, estaba «completamente al margen» de sus funciones policiales. Y si no tenía autorización expresa (la compatibilidad) para desplegar esos negocios será una infracción administrativa, pero si no estaba en su papel de funcionario público cuando se reunía con unos y con otros, no puede ser un cohecho. Una interpretación, «innovadora», como dijo el letrado, pero que tendrá que resolver el tribunal.
Los datos que habría recabado desde esa posición, según la Fiscalía, están ahí, como también los informes que confeccionaba para sus clientes. Y por eso la segunda clave de la defensa del comisario. Poner en duda que la información que vendieron fuese siquiera cierta, aún a riesgo de quedar como un vendehúmos, que es algo que lleva evitando Villarejo desde el día de su detención, en noviembre de 2017.
Cuando le tocó a él declarar en el juicio, hace ya varios meses, si acaso rebajó la importancia de algunas de las frases rotundas que suenan en las grabaciones de esos tres proyectos. Habló de marketing, de meter literatura para impresionar a los clientes, pero saltó cuando interrogando (ejerce su propia defensa) a una de las acusadas que se refirió a él como estafador, quiso que reconociese el valor del trabajo de análisis de información que le había facturado.
«Es imaginativo»
Este lunes, en vísperas de que el tribunal dicte el visto para sentencia, su abogado insinuó que había engaño y definió sus informes como meras «proyecciones especulativas». «¿Hay una manera mejor de definir lo que hacía el señor Villarejo? A estas alturas, ¿alguien puede dudar de lo excesivo que es el señor Villarejo, lo argumentativo, lo imaginativo, lo creativo que es?», planteó al tribunal, para dejar una idea en la Sala: «Algunos lo han llamado estafa».
Citó un caso de una información proporcionada a Susana García Cereceda, su socio y su jefe de seguridad en el proyecto que encargaron, Land, y la tachó de «inventada», igual que otra referencia de las tratadas con los socios del despacho Herrero y Asociados, los clientes del proyecto Iron. «Era una técnica reprobable probablemente, pero ¿qué podía hacer que su clienta se sintiera más concernida? (...) ¿Qué iba a decir para vender un asunto tan caro?», apostilló. Villarejo, a su lado, inspiraba profundamente. La conclusión, en una frase: «El problema de esta causa es que nadie ha comprobado la realidad de estos datos».
El abogado pidió así la absolución, pero no sólo para él, también para esos clientes, a la sazón protagonistas de uno de los asuntos que más han agitado la Sala. Alcanzaron pactos de conformidad con Anticorrupción y reconocieron los hechos, obtenido a cambio rebajas en la petición de condena que afrontaban. Las acusaciones particulares se quejaron en sus informes de que nadie les había tenido en cuenta en los acuerdos.
«Se iban a pisar las hormigas sin miramientos porque se venía a por el elefante»
La defensa del comisario adujo que aquellos reconocimientos «no son tales», sino la respuesta al «terror» ante «peticiones de penas tan desproporcionadas». «¿Quién no va a reconocer que es culpable si le van a meter garrote vil?», planteó, para poner la puntilla: «¿Qué culpa tienen los acusados, que fueron a lo que creían que era un despacho de abogados?».
Porque es así, en términos de servicios de abogados, como justificó el letrado los trabajos de Cenyt, el grupo empresarial. Y aunque no reconoce los audios justificó su contenido afirmando que «en el confesionario, ante su abogado, en una situación desesperada, cabe todo, hasta la maldad más grande del mundo y eso no significa que se vaya a cometer». Recado similar respecto de los familiares y empleados del comisario en el banquillo sin acuerdo ninguno. «Se iban a pisar las hormigas sin miramiento porque se venía a por el elefante», añadió García Cabrera.
«Sólo unos datos bancarios»
En su opinión, la macrocausa contra el comisario, conocida como Tándem, no es más que «unos tráficos de llamadas y unos datos bancarios» que «cualquier detective» podría conseguir, por lo que sólo se explica como una maniobra del Estado que «le creó y ahora quiere eliminarle». Considera además que toda la investigación es «prospectiva» porque no había denuncia inicial ni indicios para 34 piezas separadas que se han abierto ya, sólo para una y sigue en instrucción: el encargo de unos guineanos y un posible blanqueo.
A lo largo de cuatro horas, García Cabrera tuvo tiempo de poner sobre la mesa otras cuestiones, como denunciar la «indignidad» de quienes han negado a Villarejo en el plenario conociéndole de sobra - «¿Dónde están sus amigos?», llegó a decir-, o cargar contra la Fiscalía por «insultar» a su cliente llamándole «corrupto». También se explayó a la hora de ensalzar sus logros y repasar sus condecoraciones insistiendo en que no se otorgan porque sí. Llegó, en determinado punto de la disertación a compararle con Joseph Pistone, agente del FBI infiltrado en la mafia italiana bajo el alias Donnie Brasco que da nombre a una película.
Este martes se retoma la sesión y terminará de exponer sus conclusiones. Por la tarde, se prevé que Villarejo haga uso de la última palabra. Este lunes, penúltima sesión, sólo se le oyó enunciar una y la dirigía a su abogado: «Magistral».
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