análisis
«Así no le damos la vuelta a las encuestas»
Sánchez quemará las naves en la nueva remodelación del Gobierno para intentar resistir en las elecciones locales dentro de ocho meses
La mitad de los españoles ven conveniente un adelanto electoral
El 72% de los votantes del PSOE y el 79% de los de Podemos piden bajar los impuestos

El PSOE es un hervidero de nervios. Casi tres meses después de las elecciones andaluzas, Pedro Sánchez no ha conseguido cambiar el ánimo dentro de su partido. Ni el mantra de «vamos a por todas», ni salir más a la calle convencen internamente de que ... es posible dar la vuelta a las encuestas. Al contrario. Hay una sensación creciente de que las próximas elecciones locales y autonómicas pueden ser una debacle para los socialistas, y de que Sánchez no está acertando con la estrategia de atacar por tierra, mar y aire al líder de los populares, Alberto Núñez Feijóo.
Los socialistas tenían marcado el debate del martes pasado en el Senado como un nuevo punto de partida en ese camino de pinchar el llamado efecto Feijóo. Pero muchos senadores no escondían esta semana su decepción: «Así no vamos a darle la vuelta a las encuestas». «La agresividad no aporta, no ayuda, es solo para consumo interno», coincidía un exdirigente socialista, asegurando que dentro del partido ya son «más» los que creen que Sánchez se está equivocando. «La idea en la que hay una coincidencia creciente es que esta deriva de confrontación no va a debilitar a un Feijóo que, además, no se desgasta en el Congreso», reflexiona. «La gente está muy preocupada por los precios, es lo que les importa, y atacar a Feijóo no aporta nada a solucionar sus problemas», añade.
Quedan ocho meses para las elecciones autonómicas y locales. Sánchez, en su carrera de resistencia por mantenerse en el poder, tiene dos bazas a su favor: en el pasado se han producido vuelcos electorales en menos tiempo y la subida del líder de los populares en las encuestas aún tiene que consolidarse.
Pero el socialista afronta también un gran peligro: la situación económica no solo no tiene visos de mejorar de aquí a mayo, sino que todo apunta a que empeorará. Los que se pronostican como el otoño y el invierno más duros de los últimos tiempos están aún por llegar y marcarán los meses previos a las elecciones locales. Paralelamente, nada hace pensar que la guerra en Ucrania, con todo lo que está conllevando, vaya a terminar de aquí a los nuevos comicios.
Esta negativa ola, combinada con unas malas encuestas nacionales, es la que los dirigentes socialistas de los territorios temen que termine por arrastrarles. «Si llegamos a las elecciones con un 10 por ciento de inflación, estamos muertos. Desgraciadamente, cuando los ciudadanos sienten que las cosas van mal, piensan que el Gobierno de turno lo está haciendo mal, aunque no sea verdad, y votan a otro», comentan. Sobran nervios e incertidumbre y falta confianza en que Moncloa sea capaz de levantar un dique que contenga esa ola.
Las pérdidas territoriales que se temen tienen nombre propio: los Gobiernos de Aragón, Extremadura, Valencia o La Rioja, junto a un río de ayuntamientos. Castilla-La Mancha, Baleares y Canarias son las únicas que se dan por nuevas victorias. «Son tres Gobiernos que están muy fuertes. Sobre todo el de Page», por Castilla-La Mancha. Si fuera este el resultado, el PP tendría prácticamente asegurada la llave del Palacio de la Moncloa. Como apunta Paco Camas, director de Investigación de Opinión Pública en Ipsos, «la tendencia del PP es enormemente reactiva a sus éxitos electorales».
Las elecciones locales son, por tanto, la clave para que Sánchez pueda continuar resistiendo en el poder. Y el socialista está dispuesto a quemar las naves si ello le permite superar el trance y desinflar, esta vez sí, el efecto Feijóo. Su aspiración última es conservar los Gobiernos autonómicos y arrebatar algún ayuntamiento grande. Aquí es donde entra en juego la nueva remodelación del Ejecutivo que Sánchez está perfilando. El líder socialista convertirá en candidatos a autonomías y ayuntamientos a varios ministros, aunque ello sea disfuncional para un Gobierno que afrontará elecciones generales, a más tardar, en 15 meses.
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