«He pasado muchas noches en la calle con miedo, frío y sin comer para pagarme los viajes y las carreras»
El ultrafondista español Iván Penalba, considerado uno de los mejores atletas del mundo en su categoría, no vive del deporte sino de ayudar en la floristería de su padre
Iván Penalba, el español que ha llegado más lejos en la conquista del Valle de la Muerte de California
Se imaginan que Leo Messi, a la mañana siguiente de marcar un 'hattrick' con el París Saint-Germain, tuviera que ponerse el delantal para trabajar en un cafetería del barrio de Pigalle. O que, Rafa Nadal, tras alzarse con su vigésimo segundo Grand Slam, se ... levantara a las cinco de la mañana para llegar a su puesto laboral en una fábrica de muebles. Ciencia ficción, pensaría. Pero, en otros deportes minoritarios -e igual de meritorios-, es la pura realidad.
Es el caso de Iván Penalba (Valencia, 1991). Tal vez no les suene el nombre, pero está considerado el mejor ultrafondista de España y uno de los más laureados fuera de la Península Ibérica a sus insultantes treinta años. Su modalidad, un paso más del maratón al incluir cualquier evento deportivo que supere la tradicional distancia de 42,195 kilómetros, ha sido recientemente reconocida por la Federación Española de Atletismo, pero su apuesta todavía se encuentra dando, valga el símil, los primeros pasos.
Este atleta español ha sido capaz de vencer en 35 de las 40 ultramaratones que ha disputado en los últimos años. Posee la mejor marca de la historia de España en la categoría de doce horas, con 158 kilómetros, y el Record Guinnes de doce horas en cinta de correr, con 155 kilómetros, recorridos en su casa durante el confinamiento por la pandemia. Además, es dueño de los cuatro mejores tiempos nacionales en 24 horas -con más de 274 km-; ha vencido, entre otros lugares, en Sudáfrica, Alemania, Argentina, Taiwán, México y Países Bajos y, aun así, no vive de este deporte.
«En estos momentos no tengo un sueldo. Tristemente hay muchas pruebas a las que no he podido ir», lamenta Iván a ABC. Todos los días, a las cuatro de la mañana, se levanta para hacer su primer entrenamiento de unos veinte o treinta kilómetros. Después, acude a la humilde y longeva floristería de su padre Rafael «para echarle una mano con los pedidos». Por la tarde, «el hombre que nunca se cansa» sigue desgastando suela.
Relata que en su primera carrera de veinticuatro horas, tuvo que volverse a Valencia nada más acabarla por no tener hotel y, durante el trayecto, tuvo un grave accidente de tráfico en el que siniestró su vehículo. «Cuando corrí en Holanda y no pude contratar un hospedaje y tuve que dormir en el suelo en una avenida», narra.
Listo para la carrera 'infernal' Badwater 135 en California
«He pasado muchas noches en la calle en países desconocidos con miedo, frío, sin comer para tener dinero para costear el viaje y mis alimentos para la carrera», cuenta Iván, quien se encuentra actualmente en California para disputar la Badwater 135, prueba de 217 kilómetros con una ascensión de 4.000 metros por el desértico Valle de la Muerte de Estados Unidos, con temperaturas superiores a cincuenta grados a la sombra.
Un lugar en el que la sensación es como si corrieras encima de una plancha encendida al tiempo que respiras el aire caliente de un secador. De hecho, para prepararse y habituarse a las temperaturas infernales, ha entrenado durante las últimas semanas dentro de una sauna.
Para correr en la carrera considerada como la más peligrosa del mundo, Iván Penalba puso en marcha un proyecto de micromecenazgo para obtener recursos de patrocinadores, pero, la primera aportación para pagar el dorsal -de 1.500 euros- corrió a cargo de su abuela. «Si no fuera por ella, yo no estaría aquí; ella y mi padre me han dejado dinero muchas veces para que pueda cumplir mi sueño», recalca.
Sobre la posibilidad de marcharse de España y llegar a otros países donde el ultrafondo sea rentable para sus atletas de élite, este español se muestra inquebrantable, pese a haber recibido diferentes propuestas: «Mi prioridad es estar junto a mi padre y mi abuela». «Ellos se sienten orgullosos y felices de verme disfrutar de mi pasión y luchan cada día para que algún día llegue a vivir de ello», argumenta emocionado.
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