Tribuna abierta
Todo empezó con la corbata
«Si no se es capaz de decirle al ciudadano lo que se va a hacer para que su futuro no sea aún más negro, ¿por qué no se tiene, al menos, la decencia de dejar de hablar de corbatas, bermudas y helados?»
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Todo empezó con la corbata. Un presidente del Gobierno, en este caso Sánchez, que concluye la presentación de su batiburrillo de medidas para paliar la inflación con el corolario final: «Verán ustedes que no llevo corbata...». Efectivamente, no la llevaba, como generalmente se dice que, por encima de la misma, tampoco lleve nada. Lo de la corbata era para contribuir, aunque de una forma simbólica, contra el cambio climático con un razonamiento impecable: si no llevas corbata pasas menos calor, y si tienes menos calor, no necesitas poner bajo el aire acondicionado; ergo, ¡qué fresquito se está sin corbata! Espectacular. Y tan feliz con esa trascendental aportación universal, acto seguido se montó en el Superpuma para desplazarse 26 Km consumiendo una cantidad bestial de combustible, generando el calor de un millón de corbatas y contribuyendo al calentamiento global que, en sus propias palabras, mata. Y digo yo, ¿no hubiera sido mejor ir con corbata en coche a Torrejón?
Ahora bien, el guante estaba echado. El presidente del Gobierno se había quitado la corbata y había retado al resto de la izquierda a doblarle la apuesta. Y eso de doblar apuestas, a ver quién dice la barbaridad más gorda, es un deporte que la izquierda lleva en su ADN. Y ahí sale Compromís: todos en pantalón corto. Inaudito. ¿Cómo no se le había ocurrido a nadie antes ir en bermudas? Pues ya está resuelto lo del cambio climático: fresquitos por el cuello y fresquitos por las pantorrillas que, mire usted, empiezo a tener hasta fresco a 40 grados a la sombra.
¿Y cómo dobla apuesta Podemos? Pues sencillo: suma el cambio climático al machismo patriarcal y propone que se prohíban (¡cómo les gusta prohibir!) los helados con clara simbología fálica como el Calipo, el Frigopie y el Pirulo Tropical (sic). La selección ya resulta cuando menos curiosa, pero el concepto es para hacérselo mirar. Porque si alguien va por la vida viendo falos por todas partes, yo creo que el problema está en la cabeza de ese alguien y no en la todos los demás; y menos aún en el pobre Calipo, que digo yo: ¿se refiere al de varios sabores, o a todos los Calipo? Y otra duda que me asalta es qué sucede con la copa de helado con dos bolas y un barquillo... ¿No les sugiere nada?
Y lo peor es que todo esto aquí no ha terminado. ¿Recuerdan ese momento glorioso en el que una concejal de Podemos en Alicante tachó el aire acondicionado de «micromachista»? Ya avisaban de cuáles eran sus prioridades y sus preocupaciones. Así que esta deriva irá a más y escucharemos en breve nuevas «ocurrencias». Y no es casual, aunque parece inevitable. Porque mientras el ciudadano de a pie, en su inmensa mayoría, no lleva corbata y menos en verano, y trata de disfrutar de sus paseos o de la playa en bermudas, o de un helado (el que sea) sin pensar que se lleva a la boca otra cosa más que un helado fresquito, lo que sí le está preocupando es que la inflación está desbocada; que ya no puede llenar ni el depósito del coche ni la cesta de la compra; que la precariedad laboral, su empleo, la hipoteca y el recibo de la luz se están poniendo imposibles... Mientras el ciudadano de a pie, repito, está pensando en todo eso, nuestro gobierno, nuestros gobernantes, debaten sobre tonterías que a nadie le importan, pero mientras lo hacen no dan la cara para resolver los problemas reales. Y me pregunto: si no se es capaz de mirar a la cara a un ciudadano de la calle y decirle lo que se va a hacer para que su futuro no sea aún más negro, ¿por qué no se tiene, al menos, la decencia de dejar de hablar de corbatas, bermudas y helados?
Luis Barcala es alcalde de Alicante