Rafael Candela - Tribuna abierta
La calle y el escaño
«Seamos sensatos y no sectarios, demócratas y no demagogos»
Me pide el cuerpo escribir del esperpento que vivimos el otro día en la constitución del Congreso de los Diputados . Acto que, por cierto, abría la XI Legislatura de la Democracia. Pero si lo hiciera, estaría dando otra vuelta viral a lo que no debió protagonizar esa jornada.
De modo, que como no hay mayor desprecio que el de no hacer aprecio, hablaré de algo que tiene a la inmensa mayoría de los españoles hondamente preocupados, que es el puzzle indescifrable en que se ha convertido el Parlamento .
La mayoría de los españoles empezamos a preguntarnos para qué ha servido nuestro voto si al final ganar o perder las Elecciones sólo tiene una utilidad estadística.
Algunas Comunidades Autónomas y no descarten el Congreso están gobernadas por partidos que no ganaron las Elecciones . Y tienen por responsables a quienes cuyo único objetivo ha sido alcanzar el poder para evitar que sus propios correligionarios les echaran a la calle a la vista de los catastróficos resultados que han alcanzado en las urnas. Lo mismo ocurre con muchísimos municipios.
Se trata de una sinrazón que no tiene pies ni cabeza y que los españoles no aceptamos en el fondo, porque sabemos que para esto no fue para lo que se hizo la transición. Ni para lo que somos llamados a las urnas.
Y, luego, viene la segunda parte. Parlamentarios que juran obviando el procedimiento y la fórmula en su toma de posesión y ofrecen espectáculos sectarios y ridículos, en lo que es una falta de respeto evidente hacia las instituciones que, en teoría, deben representar.
La pregunta es ¿cómo pueden esperar que un español de a pie respete una institución o a sus representantes si esos representantes no son capaces de ceñirse ni siquiera al juramento?
Pero les da igual. Aquí, todo se justifica . Todo pasa. Confunden las instituciones con las sedes de sus partidos. Y así, nos encontramos con que el PSOE, con los peores resultados de su historia, está dispuesto a hacernos creer a todos que está plenamente legitimado para gobernar. Y su secretario general, se erige en garante de un frente de izquierdas mientras va cediendo parlamentarios a los separatistas para que refuercen su proyecto. Y hace carantoñas a los radicales.
Y si no estás conforme con este proceder. Te llaman de todo. Hemos llegado a un punto en que la izquierda repudia la aritmética de los votos de las personas e impone la de sus peones en las instituciones.
Hay tanto humo que hace imposible respirar con normalidad . Pero resulta evidente que aún no se han dado cuenta que cuanto más insistan en esta postura, menos apoyos tendrán en el futuro.
Está en juego el Gobierno de España . Pero eso no cuenta. Porque el concepto que tienen en mente es el de poder, no el de gobierno. Y el fin, piensan, justifica los medios. Confunden el silencio de las personas con la aceptación tácita de sus decisiones, que no son las de quienes hemos ido a votar. Todo bajo el viejo principio marxista de entrar en las instituciones para cambiar el sistema.
Y mientras tanto, entre tanto eco, nadie escucha a la calle. A las personas. A sus preocupaciones, a sus desencantos cotidianos y a sus ilusiones. A esa batalla diaria por llegar a fin de mes.
Frente a toda esta sinrazón, yo quiero romper una lanza aquí por el derecho a gobernar de la lista más votada. Porque determinadas fuerzas políticas se quiten la venda de los ojos y abran sus mentes a colaborar para superar barreras e ideologías por el bien y el futuro de los españoles. Seamos sensatos y no sectarios, demócratas y no demagogos . Y, sobre todo, seamos humanos y no marcianos.
No sea que los ciudadanos se cansen y aborrezcan a la política recordando la vieja frase de Charles Chaplin: «Necesito de alguien, que me mire a los ojos cuando hablo. Que escuche mis tristezas y mis desiertos con paciencia y aún cuando no me comprenda respete mis sentimientos».
Eso pienso yo.
Rafael Candela es vicesecretario general de Política y Organización del Partido Popular en Alicante