ECONOMÍA

Benidorm: torres del paraíso al borde de derribo

Residentes y vecinos de los dos edificios Gemelos de Benidorm dudan de que llegue una demolición tan compleja y retrasada

Las dos torres de la Punta Llisera con vistas a la playa del Levante J. C. SOLER

J. L. FERNÁNDEZ

Incredulidad es la reacción generalizada cuando se comenta a cualquiera en Benidorm que las dos torres de Punta Llisera van a sucumbir demolidas y borrarse de la primera línea marítima frente a la playa de Levante. Ni siquiera un vecino que lo celebraría, Pierre Lame, que vive justo detrás desde hace 40 años, sale de su escepticismo.

«Estaría muy bien, pero no creo que llegue; el presidente de nuestra comunidad era madrileño y estuvo yendo todas las semanas al Ministerio de Medio Ambiente sin conseguirlo», rememora este jubilado francés que ve todo este gigante de hormigón fruto de «manejos» tanto del PP como del PSOE rendidos antes un «influyente» constructor como Ballester, quien supo levantar este doble rascacielos «bien situado».

No en vano se compraron todos los apartamentos , algunos por 800.000 euros en pleno boom, aunque ahora se han vendido por 360.000, como corroboran el conserje y su colega del edificio de enfrente, Coblanca 9.

« Quiero que mi casa sea legal , y como yo están muchos amigos rusos que viven aquí y que tienen hijos, y también hay familias de árabes y españoles», explica Elena Balishangkaya, residente en Gemelos, 8, que se siente engañada por este litigio.

«Quiero que mi casa sea legal; cuando compramos todo eran facilidades, pero luego muchos perdieron su dinero y su salud»

Elena Balishangkaya

«Cuando compramos todo eran facilidades y no había ningún problema, nos lo dijeron luego y muchos perdieron su dinero y su salud », recuerda esta madre de un niño de cinco años cuyo marido trabaja en Moscú. «Me gustan muchísimo las vistas al mar, el clima, ahora en Rusia ya hace mucho frío y aquí vivo más tranquila», relata esta ama de casa en el momento de acudir a clase de español en la Escuela de Idiomas y tras recibir la visita de una empresa de instalación de servicios de televisión extranjera gestionada también por rusos. A estos precios, fueron la comunidad extranjera que más viviendas se procuraron en este rincón paradisiaco.

Los españoles del entorno más cercano dudan de la demolición también por la envergadura de los trabajos para echarlo abajo, con la proximidad de otros edificios. «Ya cuando lo construían, al hacer los cimientos temblaba todo aquí como si fuera un terremoto», narra Fernando, conserje en una comunidad situada en segunda línea, más alejada. También hubo quejas y denuncias por desperfectos en el inmueble más próximo, a causa de estos trabajos de edificación.

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