Elecciones autonómicas
Ximo Puig adelanta
El presidente de la Generalitat logra marcar la agenda política frente a Compromís y el bloque de derechas
El presidente de la Generalitat, Ximo Puig , se ha afanado durante toda la legislatura en trasladar el «problema valenciano» más allá del Embalse de Contreras. Con mucha más vehemencia que éxito. En síntesis, Puig -que logró gobernar la Comunidad Valenciana tras cosechar el peor resultado de la historia del PSPV-PSOE- aspiraba a convertir en asunto de Estado la infrafinanciación endémica de una autonomía pobre a la que se le dispensa desde Madrid un trato de rica. En cifras, la Generalitat debería percibir con el modelo de financiación autonómica 1.500 millones de euros más al año para garantizar unos servicios públicos en materia de sanidad, educación y bienestar sociales equiparables a la media del conjunto de España.
Este lunes está prevista la presencia en Valencia de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero . Poco o nada se espera de una «cumbre» a mes y medio de unas elecciones generales. El Gobierno de Pedro Sánchez no ha movido un dedo para solucionar el «problema valenciano» y la ministra lo fiará todo al resultado de las urnas.
El segundo empeño del presidente Puig a lo largo de la legislatura pasaba por levantar la «hipoteca reputacional» que pesaba sobre la Comunidad Valenciana. Una mala imagen labrada a base de los casos Gürtel, Brugal o Cooperación, protagonizados por dirigentes del PP que habían gobernado la región las dos décadas anteriores.
En su loable afán, a Puig se le han cruzado en el camino el doble procesamiento del exalcalde de Alicante, la ciuda más importante que lograron gobernar tras las elecciones de 2015, y la detención e imputación del expresidente de la Diputación de Valencia. Gabriel Echávarri y Jorge Rodríguez echaron por tierra el discurso de Puig con Compromís al acecho. Al socio de gobierno de los socialistas no le han faltado imputaciones -léase el concejal valenciano Pere Fuset por el accidente mortal de Viveros-, pero no resultan equiparables a las de los dos pesos pesados del PSPV.
En este contexto, a Puig le quedan la mejoría de los indicadores económicos -en especial la bajada de la tasa de paro- y su impronta de político de consenso, de perfil dialogante. Ese carácter que han valorado CaixaBank y Banco Sabadell para trasladar de su sede a Valencia. Jordi Gual y Josep Oliu asistieron este miércoles a la asamblea de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE). Para cuando Puig llegó al Veles e Vents los dos máximos mandatarios de la otrora banca catalana -hoy, legalmente, valenciana- ya se había marchado. Sin embargo, su presencia cuenta en su haber.
Los que sí esperaron al presidente Puig fueron Vicente Boluda y Juan Roig . Y llevaban una encuesta bajo el brazo en nombre de las empresas que mueven la Comunidad Valenciana con dos conclusiones básicas. Los empresarios suspenden a la clase política, a la que reclaman consensos. Isabel Bonig asentía a pocos metros. La presidenta del PP valenciano lamentaba que Puig haya rechazado sistemáticamente sus ofrecimientos de pactos frente a Compromís.
Hoy, el PSPV-PSOE se enfrenta a una decisión trascendental en su larga historia. Puig tiene en su mano adelantar las elecciones autonómicas al 28 de abril . El presidente de la Generalitat tiene la potestad de enviar a votar a los valencianos en pleno puente festivo, en vacaciones escolares, y contra el criterio de Compromís. Mónica Oltra sostiene que avanzar las cita con las urnas solo tendría una explicación «partidista cuando, en realidad, a su coalición lo que le interesa es que coincidan las autonómicas con las locales por su mayor capacidad de concentrar votos en los municipios. Puro tacticismo entre socios de gobiernos que se han soportado frente a su único punto en común: echar al PP de las instituciones.
A la espera de que Ximo Puig mueva (o no) ficha este lunes, el presidente de la Generalitat ya ha logrado su propósito de adelantar. Ya ha adelantado en la iniciativa política a quienes, aunque no lo admita en público, han sido sus incómodos socios de gobierno.
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