Sociedad
La vida por un riñón
Isabel trabajó 30 años en el centro de diálisis en el que recibe tratamiento y le atiende José Luis, un joven que fue trasplantado dos veces
Sin riñones no se puede vivir. «Cuando te detectan una enfermedad que afecta a este órgano sabes que, o te lo tratas, o te vas al hoyo» . José Luis Herrero tiene 26 años, es de Valencia y a los 4 le diagnosticaron síndrome de Alport , un trastorno renal hereditario que le permitió hacer una vida «normal» hasta los 10 años, cuando recibió su primer trasplante de riñón.
Con el tiempo, ese riñón le produjo hipertensión, por lo que los médicos decidieron extraérselo y aplicarle diálisis , un tratamiento que consiste en extraer la sangre y pasarla por una máquina para limpiarla y devolverla sin las sustancias tóxicas que el riñón no ha podido filtrar. «Hubo momentos duros. Pero no tienes otra que afrontarlo y luchar» . A los 18 años recibió su segundo trasplante y, desde entonces, funciona bien con solo medicación. Estudió Enfermería y se especializó en diálisis, lo que le ha permitido tener «otras miradas» de su enfermedad o tratar a los pacientes con más empatía que otros médicos. Cubre bajas y suplencias de verano en Fresenius Medical Care de Valencia , un centro sanitario especializado en diálisis en el que ha coincidido con Isabel Vega , auxiliar de enfermería que, después de 30 años trabajando en la clínica, ha pasado a ser una paciente más. En su caso, la herencia familiar fueron quistes en los riñones que han ido creciendo, hasta dejarle una funcionalidad del diez por ciento del riñón. «Si no vengo los tres días a la semana, no vivo. Pero gracias a Dios existen estas máquinas» , explica con una enorme sonrisa. También uno de sus hijos ha heredado este problema , pero desde pequeño lleva un control específico, al igual que ella, en su alimentación y estilo de vida: una dieta sana, rica en frutas y verduras, beber mucha agua, evitar el picante y la sal, no hacer sobreesfuerzos físicos y, por supuesto, nada de alcohol o tabaco.
El tratamiento de diálisis «te cambia la vida». Significa asistir cada semana al centro, entre dos y tres días durante unas cuatro horas cada sesión. Sin embargo, Vega está feliz de volver al que era su lugar de trabajo y que ella consideraba como su casa. Tiene la enfermedad asumida y la afronta con energía. Pronto entrará en lista de espera para un trasplante. «El caso de Isabel es único. La diálisis es un tratamiento muy duro. A nadie le gusta que le pinchen y hay pacientes que sienten rechazo, se muestran agresivos o la abandonan porque no quieren condicionar su vida a una máquina. Pero ella es todo alegría», indica Susana Giménez , coordinadora del centro.
Por el momento, la única «solución definitiva» a las enfermedades renales es el trasplante, aunque la espera puede prolongarse entre dos y cinco años según la comunidad. El reto, hoy que se celebra el Día Mundial del Riñón , es conseguir una sociedad «más concienciada» con las donaciones.