Cristina Seguí - EL CSEGUÍ

Hay luz en Valencia

«La líder del Partido Popular valenciano ha sido elegida para batallar contra grandes enemigos»

Imagen de la presidenta del PP de la Comunidad Valenciana, Isabel Bonig MIKEL PONCE

CRISTINA SEGUÍ

«Parece que hay una luz en Valencia». Esa fue la frase que escuché y memoricé sin querer el pasado 7 de agosto de 2015. Precisamente esa frase entre todas las posibles de los cientos y cientos de tuits que comentaban un vídeo protagonizado por Isabel Bonig, líder del PPCV . Una mujer menuda y desconocida que lograba cernir el cénit del discurso político liberal sobre el leviatán populista de la extrema izquierda en sede parlamentaria valenciana. Menuda pero crecida en el atril, sin la timidez del parlamentario que esconde las manos en los bolsillos o sujeta un papel. Apuntando con el dedo índice, ese que acusa sin pedir su beneplácito al populismo de izquierdas. Dejándolo sin aliento. Disfrutaba con vocación. Encontraba las palabras. Defendía la iniciativa privada y la libertad individual. Recordaba sin clemencia el fracaso del modelo económico de la RDA a quienes vuelven a amenazarnos con el levantamiento de muros antifascistas en nuestra propia casa. No parecía una luz, lo era. Lo es.

La líder del Partido Popular Valenciano ha sido elegida para batallar contra grandes enemigos en un panorama político en el que el orgullo de la Comunidad Valenciana ha sido maniatado por el nacionalismo sembrado por el PSOE y su alianza con Compromís y los podemitas, pero que, por encima de todo, tiene a su peor adversario en su propia herencia política. La otra luz. La que emana del fuego del consistorio valenciano convertido en una auténtica pira de corrupción detonada con efecto retroactivo y por control remoto por su anterior edil, Rita Barberá , quien convenientemente estrena traje inmunitario de aforada gracias a su salto al Senado .

Detonación que ha reducido a cenizas a toda la cúpula del grupo municipal y con ella a su legitimidad, la cual seguirá esposada en el cuartelillo hasta que el Partido Popular no acometa de una vez por todas la renovación que necesita . Renovación con nuevas caras y nuevas formas, y que, por encima de su propio partido, deberá estar a la altura de algo que va mucho más allá del mérito partitocrático: deberá estar a la altura de Valencia, la millor terreta de tot lo mon que c on legendaria resistencia y estoicidad ve con demasiada vergüenza como los culpables son protegidos con subterfugios legales enviándolos a otro escaño lejos del calor del fuego.

Los valencianos merecemos mucho más. Merecemos que nuestros políticos defiendan de una vez nuestro orgullo . Un orgullo que no se arrodilla ante nacionalistas, que no permite que cambien nuestra historia y que lucha contra el hurto de nuestra cultura, que se ve maltratado cuando otros, desde televisiones sectarias con opiniones mediatizadas, hablan con un oportunismo hiperbólico de una Valencia corrupta como si nosotros tuviéramos la culpa y tuviéramos que defenderla en alegato. Merecemos una modificación del código penal que disuada a los cargos públicos de convertirse en corruptos. Merecemos que la justicia confisque todos sus bienes y encierre a los culpables hasta que nos devuelvan lo que nos han robado en lugar de usarlo para pagar sus fianzas y los dos millones de bochorno del señor Rus .

El Partido Popular todavía tiene una luz , una luz que tiene el deber de apagar otra para alumbrar sin cortapisas la renovación del partido. Una renovación que a mi juicio debe alejarse de la introspección interna necesariamente rezagada en una sociedad que avanza más deprisa. Ese camino no puede seguir siendo transitando por políticos burbuja desde la guardería de un partido político hasta el Senado en el ocaso de su carrera, evitando poner así un pie fuera de la endogamia partitocrática mientras la vida de la sociedad que representan ocurre fuera de ella.

Entre tanto, en Valencia, las opciones antisistema , que sí han entendido perfectamente cuál es el camino , explotan como una bomba de racimo para obtener los medios de legitimación cultural y penetración ideológica, eligen a sus caudillitos, a sus líderes de opinión en el ámbito de la falsa identidad para legitimar a los primeros, y cogen el micrófono para proclamar la verdad oficial.

Despierten. Demuestren que hay una luz en Valencia .

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