Juan Zumalde - VERLAS VENIR
Suspendidos
«Hace cuarenta años los adolescentes éramos capaces de llevar las notas a casa»
Este viernes tengo que ir al instituto. No, no voy a volver a cursar el bachiller. Tengo que ir a recoger notas . No, no son mías. Son de mis hijas.
Más allá de que no habrá grandes sorpresas (su madre ya se ha ocupado de saber al 99,9% las notas que nos van a traer nuestras joyitas), lo cierto es que no alcanzo a entender qué demonios hago yo en el instituto recogiendo las notas .
Hace cuarenta años los adolescentes éramos capaces de llevar las notas a casa. Es cierto que algunos, los que peor les iba, tenían cierta tendencia a retenerlas en la mochila unos días. Pero no es menos cierto que al final las notas llegaban a su destino y los padres acababan por estar informados de la marcha de sus hijos.
Ahora parece que nuestros hijos no son capaces de traer las notas a clase. Ojo, que estoy hablando incluso de alumnos de bachiller . Y por eso nos hacen ir a por ellas. O tal vez sea porque creen que las notas necesitan una explicación. Igual porque sean interpretables o, quien sabe, porque los padres somos incapaces de entenderlas. En fin, que por mucho que yo siempre pienso que cualquier tiempo futuro es mejor, parece que el sistema educativo se empeña en sacarme de mi optimismo.
Como estamos de evaluación, que es lo que toca, me voy a permitir poner nota. Lo tengo claro. Lo que hace cuarenta años se cubría con un adolescente haciendo de mensajero de su suerte o su desgracia, ahora precisa de que su padre pase una mañana en el instituto y de que el tutor del chiquillo le explique las notas que le entrega. Está claro. Como sociedad y en la asignatura de evolución del sistema educativo, merecemos ser suspendidos.