Así de simple, así de triste

El distrito único tiene los días contados. A partir del próximo curso, primará con peso casi incontestable el centro más cercano al domicilio a la hora de elegir los padres el colegio en el que quieran matricular a sus hijos. Si te gusta, bien, si no, también, es lo que hay. La nueva reglamentación no eliminará el distrito único, es la escapatoria que se deja abierta Vicent Marzá, pero la puntuación que se otorga al centro más próximo borra prácticamente cualquier opción a la hora de poder decidir entre distintos centros. Para cuadrar el círculo, el punto que podían dar los colegios también desaparece, la Generalitat asume todo el control, sin duda alguna, vamos para atrás.

Argumenta en estos días el Conseller Marzá que ésta, y no otra, es la manera de que las familias elijan centro y no los centros los que elijan a las familias. No es cierto. El distrito único es un obstáculo para el Consell a la hora de imponer su modelo educativo en el que la exclusividad de la línea en valenciano, por poner un ejemplo de peso, tiene un carácter prioritario. La segunda gran motivación para suprimir el distrito único es que fue implantado por el PP, así de simple, así de triste. Elegir un colegio para nuestros hijos es una decisión tan importante y trascendente que debería ser potestad única de los padres , no de la administración.

El distrito único ofrece dos ventajas. Por un lado, las familias tienen las mismas oportunidades de matricular a sus hijos en el colegio que deseen, sin que cuente para bien, o para mal, el barrio o distrito en el que vivan. Y sobre todo, con esa libertad de elección, los propios centros educativos tendrán la obligación de ser más competitivos. Si por contra, los colegios tienen garantizado un número de alumnos por el simple hecho de estar empadronados en un distrito postal concreto, la competencia entre centros es evidentemente menor. Todo se resume en un concepto, Limitación contra libertad, así de simple, así de triste.