María José Mira - Altura de Mira
Rivales, pero unidos
«Me preocupa que, en medio de la rica variedad de opiniones, aparezcan partidos como el PP que, de repente, no reconozcan a la sociedad valenciana y a su riqueza cultural, empresarial, sindical y asociativa en general»
El haber crecido en el seno de una familia numerosa me ha condedido el don, o la oportunidad, de prepararme ante lo que, en algunas ocasiones, el destino me ha ido deparando con los años. Aprendí, a la fuerza, a compartir no sólo cualquier cosa material –por poco valor que tuviera–, sino también inmaterial. El tiempo, la atención, el afecto de mis padres, tí@s, abuel@s, incluso del resto de herman@s debía ser democráticamente repartido de manera equitativa por alguna regla no escrita pero que tod@s asumíamos y respetábamos por aquello de las necesidades especiales.
Sin embargo, esa aparente competencia desaparecía cuando se cruzaba el umbral de casa y se salía a la calle. En el colegio, en el parque o, incluso, algunos años más tarde, en el instituto, en el pub o en la discoteca, los cuatro jugábamos en el mismo equipo. Y eso implicaba, de nuevo, el cumplimiento de alguna ley familiar que nos obligaba, inconscientemente, a protegernos, ayudarnos e, incluso, echarnos capotes ante la posible bronca o castigo que podía caernos.
El equipo de la sociedad valenciana –si me permiten la metáfora– se asemeja a mi familia. Supone un singular conglomerado de personas agrupadas, o no, según alguna especial característica o lugar común. En esta amalgama podemos hallar un amplio surtido de entidades y asociaciones con las que la ciudadanía valenciana se siente identificada. Puedes apuntarte a una falla, apoyar a un equipo de fútbol, asociarte una organización sindical o empresarial, afiliarte un partido político o pertenecer a una congregación religiosa. Puedes incluso, como en mi pueblo, Buñol, ser de una banda de música u otra. Existe incluso la posibilidad de no sentir afinidad por ninguna de las agrupaciones existentes y no por ello, sentirte fuera del denominador común.
Esa diversidad de entidades nos enriquece como pueblo e, incluso, dentro de una competencia sana, provoca de manera natural que queramos ser mejores con el simple hecho de estar por delante del contrincante correspondiente.
Sin embargo, l@s valencian@s sabemos muy bien unirnos, sobre todo cuando se trata de plantar cara a la adversidad . Ante una catástrofe natural, un accidente mortal o una injusticia, nos unimos y somos capaces de sobreponernos y juntos seguir adelante. No nos damos cuenta, cuando esto sucede, como a mí me ocurre con mis hermanos, que el hecho de reconocernos entre nosotros, incluso con puntos de vista y objetivos diferentes, nos enriquece y nos fortalece.
En mi pueblo existe cierta rivalidad: los ‘litreros’ y los ‘feos’ tocan en bandas diferentes. Los litreros saben perfectamente que su competitividad frente a los feos provoca que ambas bandas se mantengan entre las mejores en el ámbito internacional y sinfónico. Por el mismo motivo, saben que si una de ellas desapareciera, la otra caería en picado hasta el punto de desaparecer también. Paradójico pero absolutamente real.
Por la misma razón puede haber partidos políticos que defiendan la internalización y el control total de la prestación de los servicios públicos sin tener en cuenta otras variables importantes como el coste y otros que apuesten sólo por la vía de la externalización para que las empresas presten los servicios sin tener en cuenta otra variable más que la del coste.
Y entre ambos extremos puede haber formas de colaboración público-privada que permita a los valencianos y valencianas recibir servicios públicos excelentes. Me refiero a aquellos de los servicios efectivos y eficientes prestados de forma equilibrada y equitativa. Pero esto es harina de otro costal.
Lo que me preocupa es que, en medio de esa rica variedad de opiniones, aparezcan partidos como el PP que, de repente, no reconozcan a la sociedad valenciana y a su riqueza cultural, empresarial, sindical y asociativa en general. Me preocupa que haya partidos que, de repente, no reconozcan a nuestras organizaciones. Me preocupa que, de repente, alguien quiera provocar que éstas desaparezcan. Y me preocupa porque, si lo consiguen, la sociedad valenciana puede haber fracasado y una parte de ella caería en picado arrastrando a las otras hasta el punto de desaparecer también.