Juan Zumalde - VERLAS VENIR
Te recordarán por lo último que digas
«El imprescindible e irrenunciable camino hacia la igualdad de la mujer se recorre de manera tan inevitable como lenta»
El fin de semana había transcurrido con normalidad, como todos. El sábado, Alfredo había limpiado la casa con su mujer y sus dos hijos . Además, había hecho la comida. Por la tarde, una peli de Netflix y un paseo por la ciudad a última hora. La cena la hizo su hijo mayor, 17, que quiere ser cocinero. Se acostaron pronto.
El domingo, excursión por el bosque de El Saler. Alfredo preparó los bocadillos para y para Elena, su pareja. Pasaron la mañana entre la playa y el bosque. Que lujo. De camino a casa llamaron a los chiquillos: Preparaos que nos vamos al chino.
Cuando se acercaba la noche, mientras Elena preparaba la cena, Alfredo planchó. El 90 por ciento de la plancha de la casa era cosa de sus camisas para ir a trabajar . Y siempre le cuelan alguna blusa de Ali u otra prenda de Elena.
Lunes por la mañana. La primavera se adivinaba en la ciudad de Valencia. En mitad de la jornada Alfredo recibió a dos trabajadoras de una empresa proveedora con las que mantiene una relación larga y cordial. Trataron los temas previstos y, por supuesto, alguno personal.
Al acabar el encuentro, acompañó a sus colaboradoras hasta el ascensor y, cuando la puerta de este se cerraba, Alfredo las despidió: ¡Hasta luego guapas!
Al ver la cara de una de ellas, se dio cuenta de lo que acababa de decir.
No pudo quitarse la idea de la cabeza durante todo el día. Cómo se le habría ocurrido aquella maldita frase. La verdad es que lo dijo en un tono cordial porque la reunión había sido eso, muy cordial. Y porque sentía cierto aprecio por las dos interlocutoras: Además de muy amables y buenas proveedoras, siempre estaban ahí para solventar los problemas que se les planteaban.
Y una porra, se contestó el propio Alfredo. Lo que ocurre es que me ponga como me ponga no puedo evitar ser hombre y machista (no se atrevió siquiera a poner un micro por delante de machismo), se repitió hasta que casi le dolió la cabeza.
El imprescindible e irrenunciable camino hacia la igualdad de la mujer se recorre de manera tan inevitable como lenta. Y en ese intermedio, los hombres nos hemos quedado partidos en dos grupos. El primero, lamentable, es el de la resistencia a este cambio. El segundo es el de los que quieren compartirlo, ojo que no digo apoyarlo. Y estos últimos, entre los que está Alfredo, temen que solo se les recuerde por lo último que han hecho o dicho. Por lo menos en este relato.
Dedicado a la mujer de mi vida, Empar, a nuestras hijas Haizea, Laia y Empar, a mi madre y a mi hermana. Seis super-mujeres. --- Juan Zumalde