Joaquín Guzmán - Crítica
Rambleta se abre a la ópera
«La Traviata, de Verdi, llegó a esta sala con un éxito sin paliativos, registrándose un lleno absoluto en las dos funciones»
La traviata, òpera en tres actos de Giuseppe Verdi
La Rambleta es una bendita locura de esta ciudad. Un espacio con tantas posibilidades que en él se puede hacer de todo pero que precisa una gestión no sólo profesional, sino también polivalente, flexible, hiperactiva y sin prejuicios. Afortunadamente todo esto se da (y que dure), y así podemos disfrutar de una amplia progamación en todos los sentidos que nos mantiene pendientes de lo que puede suceder allí en las fechas venideras.
Con esta Traviata, hasta la ópera ha llegado a Rambleta lo que es una grata noticia y, hay que decirlo, encima con un éxito sin paliativos, registrándose un lleno absoluto en las dos funciones. Un público heterogéneo, que si hay algo que lo unificaba eran las ganas de disfrutar. Hay que decir que además de la popularidad del título programado, la estrella absoluta de la noche, Carmen Avivar, es hija ya no sólo de esta ciudad, sino también del barrio de San Marcelino. Hay que derribar el falso mito de que nadie es profeta en su tierra. Esta Traviata sirve para tomar nota de muchas cosas : la primera es que se puede hacer ópera sin miedo, aunque son precisos unos medios mínimos; que quizás convendría para próximas representaciones pensar en algunas cosas (por ejemplo acondicionar un foso para la orquesta, que, al parecer es factible llevarlo a cabo, y colocar una pantalla con subtítulos para que el público pueda seguir la trama que se desarrolla). No sería una locura pensar en tres títulos por temporada con un par, al menos, de representaciones cada uno, pensar en una mini temporada con abonos etc.
Avivar es Violetta Valery
Yendo a la función, el nombre de la noche es Carmen Avivar. Estrella absoluta de la representación y, sería faltar a la verdad, si no dijéramos que es ella, su magnífica Violetta, la que sostiene en buena parte el éxito. Su actuación de principio a fin es de primer nivel, y parece inaudito- y dice mucho de su carácter-que la preparación de este exigente rol la haya llevado a cabo prácticamente de forma autodidacta. Vocalmente llega fresca al final de la obra, y aunque tuvo que luchar con una acústica quizás demasiado absorbente -posiblemente sea este el mayor inconveniente de la sala- su Violetta nos convenció a todos. Avivar tiene un control absoluto sobre el caudal de su voz y haciendo un magistral empleo de los reguladores, desde el crescendo a los pianissimos y la coloratura en “E estrano…” y en una escena de la locura portentosa. Además, consigue emocionar cuando la partitura lo demanda. Teatralmente, Avivar es todo fuerza expresiva, pero quizás cabría desear una mayor gama de registros, posiblemente se deba a que su carrera como solista no ha hecho nada más que empezar y tampoco ha contado con la ayuda externa en este sentido para preparar roles tan complejos como este. Hay momentos en que quizás hay que contenerse un poco más, y por ello estuvo mucho mejor en el último acto. En el primero hace una Violetta de raza, más española que francesa.
Nèster Martorell es un Alfredo más que correcto, aunque quizás se echó de menos un canto más natural y menos estrangulado en algunas ocasiones, en que lleva la voz demasiado atrás para no perder la línea de canto. Valentin Petrovici canta con gusto y posee un atractivo y cálido timbre. Quizás es el cantante que más sufrió la posición del director pues se adelantó en un par de ocasiones quizás porque no disponía de la mejor visibilidad. SU mayor defecto reside en el teatro puesto que se le vio agarrotado y un tanto nervioso a lo largo de la representación lo cual contrastaba demasiado con la naturalidad y fuerza de Avivar.
La orquesta defiende muy dignamente la extensa partitura y Francisco Valero-Terribas convence con una dirección flexible aunque jugando con el inconveniente de estar situado en un lateral de escenario y no tener siempre comunicación visual con los cantantes. Quizás habría que ampliar la cuerda para otras ocasiones que se resintieron de la acústica absorbente del recinto y situarla en el futuro en un foso frente a la boca del escenario. Muy bien las maderas especialmente el oboe en Addio del passato y el clarinete solista. El joven coro que cantó situado al fondo de la escena estuvo empastado, pero quizás hubiéramos querido algo más de fuerza.
La escena es muy sencilla. Eché en falta, para el último acto, un cambio en el mobiliario para presentar a Violetta más postrada que sentada, como en el resto de las escenas. En definitiva, bravo por Rambleta por una excelente tarde de ópera, y lo que es más importante: un público que lo pasó en grande. Hay vida en los barrios más allá de Les Arts y del Palau de la música: llenó hasta arriba de un público con ganas de más. Esperemos que esta Traviata sea el pistoletazo de salida de otras producciones. Conociendo a esta gente, todo es posible.
Espai Rambleta 5 de mayo de 2017
La Traviata, òpera en tres actos de Giuseppe Verdi
Carmen Avivar, Néster Martorell, Valentín Petrovici, Amparo Zafra, Jose Manuel Delicado, Manuel Torada
Dirección de Escena
Jorge Aliaga
CORO EUTHERPE
Cristina Contreras. Directora
ORQUESTA DE CÁMARA Y CORO EUTHERPE
Francisco Valero-Terribas. Director