Cristina Seguí - EL CSEGUÍ

Quimi Portet, un «burro» amarrado a la puerta del baile

«La cara del camarero ya recorre las redes sociales, y me temo que, de forma impune»

Mensaje de Quimi Portet, acompañado de la imagen del camarero señalado TWITTER

Hace tiempo que a Quimi Portet , ex guitarrista de El último de la fila, le sobrevino el olvido y empezaron a fallarle los dedos en las cuerdas. Ya lo he visto muchas veces... El típico cultureta de moral enclenque que, al empezar a sufrir el frío y el complejo de la irrelevancia, decide abrigarse con el nacionalismo catalán más lucrativo. Resignado y empequeñecido por el peso de los contratos rescindidos . Escarbando en “la orquestita” cutre de pueblo nacionalista.

De modo que de un tiempo a esta parte Portet se ha subido al único escenario en el que todavía le lanzan alguna moneda para señalar y escarnar públicamente, a través de su cuenta de Twitter, a un camarero por no saber contestarle éste en catalán en un Balearia que cubría el trayecto Formentera-Ibiza. Siguiendo los pasos de la biblia de la teocracia nacionalista meticulosamente. Haciendo méritos para pasar de cultureta de los 80 a espantajo de moda y elevando su caché nacionalista al intentar empequeñecer al resto del mundo cada vez que un totalitario desfasado sale del suyo. Señalándolo. Como aquel ladrón que busca su fortuna en un callejón por donde nunca pasa nadie. Como un burro amarrado en la puerta del baile.

Y debió ser por culpa de un Gin tónic , cargado en la única mano que tenía libre mientras sacaba la foto del “Wanted dead or alive”, que Portet pensara que podía exigir su lengua oficial al empleado que le agravió mientras navegaba por las nuevas aguas internaciones de las Baleares recién anexionadas a sus païsus catalans. Ya sabemos qué mente encebollada inspiró el nombre de Culo de Mandril , aquel grupete de principios de los 80 en el que Portet pedía “cacahué” por todo el territorio español mientras desafinaba como si fuera Leticia Sabater. Y oigan, en perfecto español, que era el que por aquel entonces todavía le daba de comer.

La cara del camarero ya recorre las redes sociales , y me temo que, de forma impune, ya que la ley establece que para tomar imágenes de una persona es necesario su consentimiento expreso (art. 2.2), aunque no es necesario que sea por escrito, ya que, también matiza: “se deduce que una persona que mira a la cámara, y conoce, y es consciente de la toma de la fotografía consiente la realización de la misma”. Y sí, el camarero sonríe inocente entre vasos de plástico y bolsas de patatas Vicente Vidal.

¿Qué quieren que les diga? La culpa de la cacicada de Portet es un poco nuestra , o en todo caso de los que votan el discurso político de que el consenso con los totalitarios va a obsequiarnos con algún tipo de carnet de eruditos de la moral en un mundo diverso. Uno en el que, de acuerdo al manual del burócrata de turno, debemos tolerar que los totalitarios sean iguales al resto. Mentira. Igualdad significa que todos podamos ser diferentes sin temor a que gentuza como Portet nos venga a señalar. Por si acaso seamos nosotros los que, desde ahora, empecemos a señalar a aquellos acomplejados que vienen a encerrarnos dentro de un mundo más pequeño. Hoy lo hemos hecho. Hemos señalado a Portet. Como a un burro amarrado en la puerta del baile.

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