Altea (Alicante)

Papelinas por un tubo: del altillo caían a la barra del bar

Sorprendidos el dueño y el camarero de un bar que vendían droga por una conducción de pvc desde la planta de arriba y vigilando con cámaras la llegada de la Policía

Una barra de bar F. SIMÓN

ABC

El ingenio para traficar con drogas alcanza para técnicas de lo más sofisticado. Como la empleada por el dueño y el camarero de un bar de Altea (Alicante), que hacían pasar las papelinas de cocaína literalmente por un tubo -de pvc- que comunicaba su cuartel de preparación con la barra, desde la planta de arriba, en el altillo, hasta la planta baja, donde estaba la clientela del establecimiento.

No acababan ahí los detalles que habían tenido en cuenta para no ser sorprendidos, ya que desde esa posición en altura habían instalado un sistema de cámaras de vídeo para vigilar todo el local y estar prevenidos de la posible llegada de la Policía para un registro, de forma que les diera tiempo para deshacerse de la droga por el inodoro.

Finalmente, las Fuerzas de Seguridad han logrado destapar su entramado y ambos han sido condenados a seis y tres años de prisión, respectivamente, por vender cocaína al menudeo a sus clientes. La sección segunda de la Audiencia de Alicante les ha declarado culpables de un delito contra la salud pública cometido desde un establecimiento abierto al público, según se establece en la sentencia, que está fechada hace unos días.

Cuaderno de notas

Los acusados fueron detenidos en una operación de la Policía Nacional a finales de octubre de 2012, después de una serie de vigilancias en que los agentes intervinieron papelinas con cocaína a algunos compradores.

Durante el registro del bar, los policías únicamente se incautaron de un gramo de dicha sustancia y 1.165 euros en efectivo, pero encontraron un cuadernillo con anotaciones de los supuestos «pases» de droga.

Igualmente, esa estancia estaba aislada del resto por una escalera y una puerta provista de un portero automático, al tiempo que se comunicaba con la barra mediante ese tubo de pvc que permitía arrojar objetos de arriba abajo.

Para la Audiencia, esas medidas de seguridad y otras pruebas evidencian que en ese altillo «se confeccionaban las papelinas que después se distribuían a los clientes».

De hecho, según los magistrados, esas cámaras, la puerta y el portero automático tenían «como único objetivo blindar el altillo de una hipotética entrada policial para dar tiempo a sus ocupantes de desprenderse por el inodoro de las drogas que pudieran disponer».

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