José Font - CUADERNOS DE NAPOLEÓN
País de las Maravillas
«En este país de las maravillas existe una peligrosa invitación a la insumisión»
Parece que España siempre está de semana fantástica como los grandes almacenes patrios, para unos cuantos… Equipos de fútbol, bancos, políticos catalanes y la gran familia, la Familia, los Pujol, gozan no se sabe muy bien por qué, de un privilegio del que carecemos el resto de los mortales españoles: n o rendir cuentas ante la Justicia, a Hacienda y demás.
Después de que en este país de la maravillas un fulano, pueda obtener la nacionalidad española para posteriormente convertirse en adalid de la destrucción de esa nación que le adopta, militando en ERC, nada me extraña. No sé si vieron al senador en cuestión de origen indio, intentando prometer su cargo balbuceando alguna cosa ante el presidente de la Cámara Alta, una estampa lamentable. Si nuestras instituciones, si los que deben velar por nosotros, no se toman en serio el asunto, ¿por qué sí nosotros?
En este país de las maravillas existe una peligrosa invitación a la insumisión, a la anarquía por parte del Estado, pues si no se actúa firmemente y con urgencia, yo ya imagino un escenario en el que los millones de españoles el día D a la hora H, convocados en las redes sociales, empezaremos a cuestionarnos la legitimidad de los gobiernos, de las instituciones y por supuesto, el cumplimiento de las leyes, el acatamiento constitucional y el pago de nuestros impuestos. ¿Se imaginan? Menos mal que todavía hay solución ante tanto hipotético caos . Pero para ello, queremos garantías y necesitamos saber que vivimos en un país serio. Sin embargo, y sin ganas de caer en la demagogia, cada día España parece un chiste para unos y una tragedia para otros. Los buenos y los malos están claramente definidos por los poderes del Estado y la mayoría de medios de comunicación. Si ustedes son autónomos, empleados, parados, pequeños empresarios o del PP, no se preocupen, la Justicia y Hacienda serán implacables con ustedes. ¿Les molesta? La culpa la tenemos todos nosotros, pues no nos apellidamos Pujol.