José Font - LOS CUADERNOS DE NAPOLEÓN
Oportunidad
En Valencia hay reuniones clandestinas y públicas de esa juventud a la que le toca escribir la historia. ¿Lo conseguirán? Sólo Mariano lo sabe
Hay ciertos paralelismos en la historia que hielan la sangre. La musa Clío en ocasiones, nos hace esos guiños divertidos que pueden ser totalmente maléficos según cómo se mire. Los actuales tiempos políticos que estamos viviendo en España son la reedición del gran pacto de la historia reciente de nuestro país, la transición política del régimen de Franco a la Monarquía Parlamentaria. Incluso los protagonistas se parecen, misteriosamente, a los promotores de la Transición de los años 70. Un rey joven y nuevo en la corona, dos líderes políticos con otra forma de hacer las cosas y con ganas de dialogar, y un búnker con forma de coleta morada dispuesto a saltar por los aires el sistema.
La firma del reciente tratado entre el Partido Socialista y Ciudadanos es ejemplar en la forma, cuestionable en el fondo probablemente, pero muy deseable en esta era de crispación. También es cierto que es un contrato para una investidura dudosa y un gobierno inalcanzable. Las elecciones están más cerca cada día.
Para evitar esa convocatoria electoral de nuevo, el Partido Popular podría haber suscrito ese acuerdo. Un buen patriota y estratega se abstendría en la votación con el compromiso, por parte del nuevo Gobierno del Reino de España, de apartar de las alcaldías al populismo que ostenta la vara de mando sin tener la mayoría y con el apoyo socialista. Pero Mariano Rajoy no es así. Esa estrategia choca con los intereses personales de los supervivientes del «marianismo» (Soraya, Margallo, Moragas), con el riesgo de hacer desaparecer el partido si no reconducen la situación. Es demasiado esperar que el presidente del Gobierno en funciones tenga esa visión de estado, esa generosidad. Los dirigentes de Génova 13 y el pequeño club del Palacio de la Moncloa están bastante lejos de ese patriotismo tan necesario en estos momentos: una retirada grandiosa por el bien de España y del propio partido.
Muchas pulseras con la bandera nacional he visto en muñecas propias y ajenas, pero el españolismo de marcharse por el interés del propio PP y del interés general de nuestra nación ha sido algo poco común en la derecha española de los últimos años. Apelo pues a que ese patriotismo teórico y estético de rojigualda y mitin se convierta en un patriotismo efectivo. Mariano Rajoy y el «marianismo» deben abandonar , sacrificarse por el PP y por el país.
Camps y Barberá , dos de los primeros acólitos del «marianismo» político, han decidido enrocarse. El expresidente de la Generalitat me ha recordado en su reciente comparecencia a los generales que habían perdido batallas y por ende la guerra, pero seguían con su estado mayor debatiendo cómo celebrar la victoria ajenos a la realidad. Pero la exalcaldesa me sorprendió con esa puesta en escena y su negación a asumir que su tiempo pasó , en la rueda de prensa en la sede del PPCV. Desde aquí, otra vez, reitero mi reconocimiento a los años gloriosos de la Valencia de Rita y su honradez, pero es hora de dimitir con dignidad. Nuestros políticos deberían intentar imitar a los gobernantes de la política anglosajona, que cuando pierden se marchan, y la vida sigue igual.
Una retirada del Partido Popular de España, de manera solemne y orgullosa de las cosas bien hechas, sería la solución. Dejar a otros hacer política, y desde la retaguardia y la oposición, reconstruir el mayor partido de Europa como ha sido siempre el PP. El pueblo español le estaría eternamente agradecido a Mariano Rajoy por este gesto y los militantes populares tendrían la oportunidad histórica de regenerar esta formación política tan necesaria para la democracia en España. Nuestra nación y el centro-derecha español merecen esa oportunidad. Rezaba el Artículo Segundo de la Constitución de 1812 que «La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». Hago yo extensible esta magnífica máxima a los partidos democráticos, éstos no pueden ser patrimonio de un líder acabado, uniendo a su triste destino una forma de concebir a España. Por ello veo con buenos ojos estos movimientos de los últimos días, tanto en Madrid con la plataforma Floridablanca –militancia de base del Partido Popular crítico con Génova- y en Valencia con reuniones clandestinas y públicas de esa juventud a la que le toca escribir la historia. ¿Lo conseguirán? Sólo Mariano lo sabe.
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