Cristina Seguí - ELCSEGUÍ

No a la nueva transición. Sí a la contrarrevolución

«Los nuevos tiempos políticos adolecen de lo fundamental para afrontarse con una gran coalición»

Por fin nuevo año . Por fin dejamos atrás la resaca electoral y la resaca del gin tónic con el clásico gafapasta amotinado para quien el discurso del Rey tenía que haberse emitido desde alguna rave hípster para adaptarse a los nuevos tiempos. Atrás el oxímoron de los villancicos cristianos laicos y esa virgen María soltera que ahora compra víveres con alguna cartilla de racionamiento de Simón Bolívar en vez de recibir oro, incienso y mirra de los Reyes Magos.

Comienza 2016 y, con él, un esbozo político que tras el 20 de diciembre no confió la suerte de la gobernabilidad a la uva blanca despepitada. Tampoco los nuevos retos políticos que, en mi opinión, adolecen de lo fundamental para ser afrontados con una gran coalición PP, PSOE y Ciudadanos . Una gran coalición de imposibilidad inapelable.

Imposible para un partido socialista que cabalga la postración electoral y que, en consecuencia, ha dejado al liderazgo de Sánchez tiritando en algún rincón de Ferraz hasta la previsible celebración de la conjura en su comité federal del próximo mes de marzo, en el que Susana Díaz y los barones que llevan meses convirtiendo las Comunidades Autónomas en pisos francos de independentistas y podemitas pretenden convertir al actual líder socialista en palafrenero de las futuras tesis ideológicas del PSOE. Éste, no obstante, siempre será un oficio más digno que el de convertirse en el mozo de los Sans Culottes de Pablo iglesias y el rupturismo que pretenden detonar el PNV, Democràcia i Llibertat y ERC, amén de un referéndum obsequiado por Pedro Sánchez.

Así que, para Sánchez, la única salida es dejarse maniatar a contrarreloj por la virtud jacobina de Iglesias, entregándose como buen mártir que se precie por la causa de la salvación nacional de las garras de aquel Doberman de la derecha tan senil como harto de que lo saquen del asilo en cada campaña, cuando el chucho realmente peligroso es el nihilista revolucionario de la extrema izquierda que está a punto de morderle el trasero y gran parte de su dignidad.

A la cabeza del pelotón, y sacando gran ventaja al grupo perseguidor, encontramos al PP, deleitándose ante el divorcio a lo «Pimpinela» en bastión progresista y ante la perspectiva de unas nuevas elecciones que, a buen seguro, esquilmarían significativamente a un Rivera todavía entumecido por unos resultados electorales insuficientes y muy ajenos al éxito del tertulianismo melifluo. Así Rajoy habrá de enfrentarse a su propio partido mientras no estén dispuestos a desplegarse en el terreno pantanoso de la contrarrevolución reformista alejada de la política contemplativa que ha exasperado a una sociedad que avanza en otra dirección.

La despolitización de la justicia, la reforma de la ley electoral, la eliminación de privilegios absurdos… son hipotecas que deben ser saldadas de inmediato ante una sociedad acreedora de un auténtico cambio y que teme mucho más la indolencia y la inmunidad de la aristocracia política que la entrega a la irreverencia panfletaria latinoamericana.

Ciudadanos deberá alejarse del pernicioso consenso con los que pretenden tumbar libertades con poesía revolucionaria . Podemos es el nuevo reto que tienen ante sí los demócratas. Reto equivalente al del nacionalismo al que los dos grandes partidos no supieron hacer frente desde la transición hasta nuestros días. Reto ante el que tenía que haber respondido, en primer lugar, Rivera, alejándose de los focos compartidos con la coleta postiza de la renovación.

Creo en una gran coalición entre líderes con sentido de Estado , no entre pacientes que pretenden cohesionar España mientras no saben cómo salvar a su propio partido. Además, esto no va de una nueva transición, sino de una auténtica contrarrevolución tras unas nuevas elecciones generales. Contrarrevolución que llame enemigo al enemigo fuera del consenso. Contrarrevolución al populismo. Hace treinta y siete años fue el nacionalismo y todavía sufrimos las consecuencias del contubernio con lo intolerable. Aprendamos de los errores. Contrarrevolución, contrarrevolución.

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