Mako Mira - Altura de mira

¡Todas al precipicio!

«Si la vida nos da nuestra oportunidad en la adversidad no hay ninguna duda de que tomaremos el guante»

Los exiguos resultados del movimiento feminista europeo para erigir la bandera de la igualdad quedaron cercenados cuando Elizabeth Judge publicó un esclarecedor artículo en «The Times» que hizo tambalear toda defensa del liderazgo de la mujer. Judge concluía, tras un exhaustivo análisis del FTSE 100 --empresas británicas de mayor valor en la Bolsa de Londres— que las compañías gestionadas por directivas mostraban peores resultados.

A las expertas en Psicología Social y catedráticas en Economía no les quedó más remedio que resignarse ante la evidencia. La autora comparó las cuentas de resultados en 2003 de las compañías dirigidas exclusivamente por hombres y las que contaban con mujeres en sus órganos de dirección. La conclusión fue una suerte de razones para embestir al empoderamiento femenino y herirlo de muerte. Las firmas gobernadas por varones presentaban rendimientos sobresalientes frente a las administradas por hembras.

Una prueba que justificaba a las ilustres poetisas y novelistas cuando, siglos antes, ocultaban su género tras seudónimos masculinos para que su valía como creadoras no fuese considerada inferior. Poseía toda lógica que Mary Ann Evans usara el nombre de Geoge Eliot para denostar los relatos escritos por féminas o que Aurore Duin de Dudevant deleitara a los aristócratas románticos con sus versos andróginos y sus atuendos viriles que endurecía al fumar cigarros puros y al adoptar el renombre de George Sand . Las mujeres eran accesorias.

Sin embargo, la deducción del arrollador artículo de Judge contra la valía de la mujer carecía de variables y no acababa de cristalizar. Existía una extraña sensación de que era insuficiente e incompleto. Una inquietud que motivó a un grupo de investigadores de la Universidad de Exeter, liderados por Michelle Ryan y Alex Haslam , para tratar de hallar, un par de años después, una explicación a tan dramático desenlace analizando si realmente existía una relación causal entre las cuotas de igualdad de los órganos de dirección de las empresas y sus cuentas de resultados.

El estudio fue revelador. A pesar de que los estudiosos llegaron a la misma conclusión que Judge y comprobaron que las empresas que más valor perdían eran aquellas en cuyos órganos de dirección había mayor presencia femenina, su análisis confirmó que no se debía a la ineptitud de las gestoras. Al contrario. Las cuentas de resultados de esas empresas ya eran deficitarias antes de la llegada de las mujeres. El examen constató una triste realidad: la mayoría de los negocios que atraviesan una difícil situación contratan a mujeres como única vía para poder solucionarla. Es decir, recurren a la capacidad de las hembras para evitar el abismo.

De esta forma, la metáfora del Precipicio de Cristal ejemplifica cómo a algunas mujeres nos llega la oportunidad de poder demostrar nuestro talento cuando ya no existe margen para el error, cuando no hay red, cuando un paso en falso puede suponer nuestra caída definitiva y arrastrar a toda la organización con nosotras.

Imagen de uno de los actos celebrados con motivo del Día Internacional de la Mujer EFE

Los tan criticados techos de cristal se transforman en precipicios cuando no se trata de obstáculos que nos impiden progresar, sino de que nuestra oportunidad surja cuando más probabilidad de fracaso existe. Y, ni aun así, los todavía opositores a que las mujeres seamos capaces de capitanear --desde el liderazgo-- cualquier empresa o, incluso, la presidencia de un país, podrán parar una lucha que comenzó hace ya muchos años. Una lucha que va pasando de generación en generación y cuyo único objetivo es poder llegar a ver a nuestras hijas y nietas disfrutar de una igualdad de oportunidades real y en todos los aspectos. Vaya por delante que mis palabras no van dirigidas a criticar al hombre, sólo pretenden alertar de que el género masculino tiene miedo a su conciencia. Y a esa voz ciega que golpea su mente recordándole el daño causado durante siglos y que transcurre en nuestra sociedad.

Es hora de ‘nosotras’ . Si la vida nos da nuestra oportunidad en la adversidad no hay ninguna duda de que tomaremos el guante. Incluso en el amor, porque las mujeres somos las valientes. Echando el resto y arreglándolo todo, cuando el amor se disfraza de esa flor que queremos disfrutar al borde del precipicio

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