Juan José Esteban - Historia militar de la Comunidad Valenciana
Jaime I, cuando la mar ciñó y domó la tierra
«Jaime I, que al fin y al cabo siempre fue un cruzado, acariciaba un ambicioso programa de objetivos que perseguía ampliar sus reinos y extender la fe católica»
La balanza de pagos que era deficitaria para el occidente europeo en el siglo XI, mejoraría con los años hasta convertirse en excedentaria. Y tan magno acontecimiento fue posible gracias a los avances técnicos que se estaban dando tanto en los barcos como en el arte de marear que iba aumentando la competitividad del transporte marítimo y reduciendo sus costes, hasta convertir el término comercio en sinónimo de navegación. A partir de 1212 y a raíz de la batalla de la batalla de las Navas de Tolosa , el hundimiento y la fragmentación del poder almohade en Al-Andalus, propició en las décadas siguientes, el avance general de las fronteras de los reinos cristianos hacia el mediodía. En el segundo cuarto del siglo XIII como señaló el maestro Pierre Chaunu, el ritmo de la reconquista se multiplicó por cinco.
En ese contexto Jaime I , que al fin y al cabo siempre fue un cruzado, acariciaba un ambicioso programa de objetivos que perseguía ampliar sus reinos y extender la fe católica hacia dónde el destino lo había abocado: la mar y el mediodía. El norte francés estaba clausurado tras la derrota aplastante que sufrió su padre Pedro II en la batalla de Muret en 1213. El poniente tampoco era una opción viable ante la poderosa Castilla y el levante aún no era ni posible ni alcanzable. Y tan notables ambiciones se veían cercenadas por las limitaciones que presentaba la pequeña corona de Aragón.
En los entresijos de esta encrucijada histórica, Jaime I comprendió que la anhelada expansión hacia el sur, sería marítima o no sería. Las Baleares se presentaban como el primer objetivo estratégico. Así, seguir los pasos de las campañas de Jaime I es seguir un plan sistemático de cerco naval de Valencia, un proceso metódico de neutralización de todos los puntos que pudiesen auxiliar a la capital del reino valenciano desde su punto más fuerte: la mar. En esa línea, las Baleares caerían en 1229, gracias a una flota que zarpó de Salou, no muy lejos de las que habían sido las mejores atarazanas del levante musulmán, las de Tortosa . Y con Mallorca cayó la escuadra musulmana allí existente. Uno de los hitos fundamentales para la conquista de Valencia se había cumplido.
Bien asesorado, el rey buscó nuevas posiciones en la llanura litoral al norte de Valencia y así se fijó en Burriana , accesible por tierra y por mar. Reforzada con lo más granado de sus tropas, por el último Walí de Valencia, la ciudad amurallada de Burriana, presentó una tenaz resistencia ante el asedio al que la sometió Jaime I en el año 1233, de modo que el sitio se prolongó, obligando a las tropas a prestar un largo período de servicio militar que revelaría las limitaciones de los sistemas tradicionales de reclutamiento, mediante milicias ciudadanas y vasallos. El alejamiento de las bases de procedencia de las tropas, el volumen y la complejidad del aprovisionamiento que hacía que éste tuviera que ser marítimo, conducían inexorablemente a un nuevo sistema de reclutamiento: el pago o soldada.
El rey necesitaba dinero, especialmente para la guerra naval ofensiva , que iba a ser la protagonista de su aventura hacia el sur. Se precisaban grandes desembolsos que las arcas reales no estaban en condiciones de soportar. Había que llenar esas arcas y para eso, se necesitaban más bases marítimas , más puertos desde los que aumentar la presencia de la corona en las rutas comerciales del Mediterráneo, lo que a su vez requería flotas y ejércitos. Ese era el formidable reto, establecer un círculo económico virtuoso que catapultara el poderío naval y militar de la corona de Aragón.
Con esta perspectiva, Jaime I consiguió extender sus redes comerciales mediterráneas y someter a tributo a los reinos de Marruecos, Tremecén y Túnez, lo que le proporcionaba saneados ingresos. Pero volvamos a Burriana. A pesar de las potentes máquinas pedreras, no se avanzaba mucho, porque la ciudad era abastecida por mar. Jaime I nos describe los movimientos de esas máquinas de asedio de madera, construidas por marineros con materiales de la flota (cabullería, estachas y poleas), relatando como durante los mismos, se entonaban los cánticos habituales para varar o botar los buques.
Y justo entonces, cuando el sitio se empantanaba, llegaron a la playa dos galeras una de Bernardo de Santa Eugenia y otra de Pedro Martel , ambos protagonistas destacados en la expedición a Mallorca, pasando ambas al servicio del Rey y dando un vuelco a la situación. De este modo el numeroso ejército fue abastecido holgadamente por los bajeles de la flota, mientras los asediados empezaban a sufrir carencias de todo tipo.
En el mundo de Jaime I, como nos recuerda el cronista musulmán Ibn Jaldún : “Los cristianos volvieron entonces a sus antiguas costumbres, hechos a la vida del mar, trabajando con gran constancia y estudiando cuanto se refería a la navegación la naves”. Si nos detenemos brevemente en ese Mediterráneo del rey conquistador, constataremos que los barcos aún navegaban con remos-timón, si bien el timón axial o de codaste estaba a punto de llegar, que los sistemas de poleas se complicaron para marear con más facilidad las velas, que los palos iban mucho mejor fijados a la estructura resistente del bajel mediante una fuerte jarcia firme, entre la que destacaba la obencadura. Y en ese mundo de Jaime I, taridas, celandrías, galeras y naves, surcaban las aguas del Mediterráneo y llenaban sus puertos de prosperidad. Taridas movidas a remo, destinadas en exclusiva al transporte de caballos, muy poco marineras según las crónicas, que nos las presentan remolcadas por galeras en la conquista de Mallorca. Celandrías, una evolución de los antiguos dromones bizantinos, con más remos y más marineras. Y además las naves, de las que en las Partidas de don Alfonso X el Sabio , yerno de Jaime I, se puede leer: "los mayores (barcos) que van a viento se llaman naves e de estas hay de dos mastes e de uno”, siendo los buques de transporte por excelencia.
Por otro lado, los buques destinados al combate naval que eran en primer lugar las galeras y en menor medida los leños, aunque también dispusieran de vela y remos . Las galeras, eran buques de poca manga y mucha eslora, dotados de vela y remos, veloces y maniobrables. Eran los barcos de guerra más utilizados en el Mediterráneo. Los de mayor porte presentaban dos cubiertas, la inferior para estiba de carga y víveres y la superior que utilizaban los guerreros y ballesteros durante el combate.
Jaime I iba logrando que la mar ciñera la tierra y el rey Zaen viendo que Burriana iba a caer, con lo que ello significaba, ofreció una gran cantidad de dinero al rey para que levantase el sitio de Burriana. Algunos caballeros cristianos con Blasco de Alagón a la cabeza, paradójicamente el mismo que le había sugerido la conquista de la ciudad, se vieron tentados por la oferta y actuaron a la sorda, para que el sitio fracasase. Pero el rey no cejó en su empeño y ordenó a su tío Bernardo Guillén de Entenza que apretase el cerco. Una noche atacó Entenza, consiguiendo coronar la muralla. La reacción de los moros hizo retroceder a los asaltantes y él mismo recibió una saeta en el muslo. Al ruido, acudió el rey a la pelea, curando él mismo a su fiel tío. Sin embargo muchos caballeros, no acudieron al combate, quizás mitigado su ardor guerrero por el brillo del vil metal. Sólo el continuo abastecimiento por mar de las tropas, iba a salvar la operación. Sin olvidar la férrea voluntad del rey, que perseveró en la empresa contra todo y contra todos, con una tenacidad admirable. Las máquinas pedreras no paraban y cuando una torre fue derribada, al alba sonaron las trompetas y comenzó el ataque, aunque las piedras y flechas arrojadas desde la muralla hicieron fracasar el asalto.
No obstante, los sitiados viendo que pintaba muy mal, llegaron finalmente al acuerdo de que saldrían todos en el plazo de 4 días pudiendo dirigirse a Nules. Así el 16 de Julio de 1233 entró el rey Jaime I de Aragón en la villa reconquistada de Burriana.
La toma de Burriana cortaba en dos el territorio musulmán. El rey cruzado se encontraba ya, en disposición de descargar el golpe definitivo e imparable. Comenzaron las cabalgadas por territorio valenciano para reducir el espacio vital de la capital del Turia. Así en 1235 el rey intenta tomar Cullera , pero al haber mala mar y no poder acudir los leños con su vital aprovisionamiento, el rey tuvo que levantar el sitio. En 1237 se apodera de El Puig, a tan solo 15 km al norte de Valencia que sustituye a Burriana como posición más avanzada y que aguanta los contraataques desde Valencia gracias al apoyo marítimo recibido. Vemos como a cada paso, Jaime I , mantiene el rumbo, buscando ceñir y domar Valencia desde la mar. Primero Baleares, Segundo Burriana, Tercero Cullera, Cuarto El Puig, finalmente Valencia. Con la mar en manos de la flota aragonesa, sin posibilidad de auxilio marítimo y sin poder ya avituallarse en el fértil campo de Burriana, la victoria del rey cruzado, estaba cantada. Los castillos al norte de Burriana, se fueron rindiendo: Chivert, Cervera, Pulpis, Alcalatén y Vilafamés, Albocácer, Peñíscola. A continuación, Benicarló y Vinaroz .
Y el conquistador mantenía firme el timón. Por ello , para apoyar la conquista de la capital del Turia, salieron de Tortosa en el Verano de 1238: 27 naves, 7 leños de gran porte y 3 galeras. Durante el sitio de Valencia, el rey viajaría reiteradamente a Tortosa para asegurar la intendencia de las tropas implicadas en la conquista de la capital de su nuevo reino. El conquistador se ocupó de que los leños cargasen pan, vino, cebada y carne por lo menos para dos meses. Las costuras defensivas de Valencia se iban aflojando, aunque en un último y desesperado intento de socorro, el rey de Túnez enviara 12 galeras y 6 zabras en auxilio de la plaza asediada por los cristianos, que no se atrevieron a desembarcar al divisar a la escuadra aragonesa que acudía al Grao, cargada de tropas de refresco, máquinas de sitio, víveres y municiones.
Las muchas h ogueras encendidas en el Grao por las tropas del Rey , terminaron de disuadir a la escuadra tunecina que no se atrevió a entablar un combate de resultado incierto con los buques cristianos. Los tunecinos intentaron desembarcar seguidamente en Peñíscola, dónde también fracasaron, pudiendo hacerlo finalmente en Denia sin consecuencias relevantes. Poco después la flota de socorro tuvo que retirarse y la Valencia musulmana quedó abandonada a su suerte. La mar había domado la tierra y Valencia selló su destino en la mar. El reino de Valencia se configuró desde sus orígenes como un espacio volcado al mar, las representaciones cartográficas del reino de Valencia hasta bien entrada la Edad moderna, es decir finales del siglo XVII, nos presentan un reino desde una perspectiva marítima “ contemplado desde una nave, con el norte a la derecha del plano y el sur en la izquierda”. Y no es casualidad que el primer escudo de Valencia tras la reconquista, que se puede ver en las imágenes, nos muestre una ciudad sobre las aguas.
A finales de siglo, Italia iría a la conquista comercial de Flandes . Y en esa aventura, encontraremos a esa Valencia de corazón marítimo que se iba a convertir en un nodo esencial de la ruta Italia-Flandes. Una escala estratégicamente ubicada en un itinerario comercial que movería un tráfico, 40 veces superior al volumen desplazado por la ruta comercial terrestre Italia-Flandes. Y al continuar adentrándonos en los peculiares matices de esa Valencia de alma marítima, nos daremos de bruces con un dinámico polo comercial conectado con los cuatro puntos cardinales, que llegaría a convertirse en el pilar fundamental de las expediciones navales de la corona de Aragón en su expansión mediterránea. Pero esa es ya otra historia.