José Luis Torró - Al punto
El susto del pepino
«La igualdad, entendida según Irene Montero, comienza por su propio Ministerio en forma de chusca desigualdad»
No ganamos para sorpresas. Ni para sustos. Y lo que te rondaré, morena. El nuevo Gobierno, coalición de PSOE-Podemos , además de toda la patulea independentista que le da sostén, parece empeñado en que los periodistas tengamos material de sobra para confeccionar las portadas de nuestros periódicos y llenar columnas. De modo que las podamos hacer con cualquiera de las noticias, a cuál de ellas más destacada por muy extravagante que pueda parecernos al común de los mortales.
Resulta del todo ridículo, por lo mucho que tiene de contradictorio, que el Ministerio de Igualdad, presidido por la pareja de Pablo Iglesias y madre de los hijos de ambos, Irene Montero , inicie su andadura con el nombramiento de siete mujeres, siete, en todas y cada una de las direcciones generales de este ministerio. ¿Igualdad? Pues va a ser verdad aquello que igual da. Porque, en efecto, a la ministra –siguiendo el ejemplo de Pedro Sánchez —le da igual, o sea, que se la sopla, cuanto pueda decirse en los medios de comunicación. La señora Montero, con un par, no cuenta con ningún hombre, heterosexual o no, para cualquiera de sus direcciones generales. La igualdad, entendida según Irene Montero, comienza por su propio Ministerio en forma de chusca desigualdad.
Una de las directoras generales ya encumbrada al Olimpo del poder podemosanchista es Beatriz Gimeno , que cuenta con un extenso e intento curriculum vitae, aderezado con numerosas intervenciones cual de ellas más desopilante. Desopilante, según la RAE, es “festivo, divertido, que produce mucha risa”. Pues lo mismo debo corregirme y cambiar desopilante por patético, que parece más ajustado a los modos y maneras con que se manifiesta la tal Beatriz Gimeno , directora general de la Mujer.
Propone doña Beatriz, paladín del feminismo lésbico, que la verdadera igualdad sólo se conseguirá a partir del momento en que la mujer penetre analmente al hombre. Una manera, como otra cualquiera, de hacer frente al hetereopatriarcado que, según dice la señora Gimeno está en la raíz de todos los males que padece la mujer desde el inicio de los tiempos.
Es posible consultar en las redes sociales algunas de sus más chuscas afirmaciones, pero no todas. Porque apenas fue nombrada directora general de la Mujer corrió rauda y presurosa a borrar todo rastro que pudiera ser relacionado con cualquier desmadre como el de la penetración anal al varón.
Cuando propuestas tan disparatadas saltan a los medios de comunicación, las reacciones del personal pueden ser de lo más contradictorias. Me contaban un caso que puede ser ilustrativo. JF, empresario valenciano, se agarró un buen mosqueo a cuenta del nombramiento de la simpar Beatriz para el puesto de directora general de la Mujer. JF apenas si pudo conciliar el sueño, temeroso él de que su mujer –perdón, ahora ella exige ser llamada pareja de, influenciada por la doctrina podemita— estuviese tentada a poner en práctica los consejos de la directora general de la Mujer.
El martes de la pasada semana, JF tuvo un día de lo más complicado, con visitas a clientes que no pagan y a bancos que no perdonan , de modo que cuando llegó a casa, derrengado y cansado, no esperaba encontrarse lo que se encontró. Que no fue otra que ver a su mujer manejando con un pepino de medianas, o más bien grandes, dimensiones. JF palideció. El fálico vegetal le pareció que podía convertirse en el instrumento del castigo, humillación, venganza… vaya usted a saber qué, proponía Beatriz Gimeno por domeñar la supremacía del macho.
JF se quedó sin habla. Paso un largo tiempo sin que dijese nada. Su mujer, alarmada por su silencio, le preguntó. Y él apenas si fue capaz de balbucear unas pocas palabras a modo de forzada respuesta. “Este pepino tiene el tamaño ideal”, dijo ella. Fue entonces cuando JF añadió a su temor un sudor frío. Ella siguió. “Me gustan así, ni muy grandes ni muy pequeños”. JF tragó saliva y permaneció en silencio. Cuando acopió fuerzas suficientes para hablar le preguntó a su mujer con voz trémula : ¿Qué haces con un pepino a estas horas? Ella le miró, también mostrando sorpresa, y le respondió: “Si no te parece que ya sea hora de cenar…pues una ensalada”. Sólo a partir de aquel momento JF se sintió aliviado. Abandonó la postura en la que tenía su antifonario puesto a buen recaudo y entró en la cocina. Se dirigió al plato en que el pepino acababa de ser reducido a rodajas y sonrió. Todavía con la sonrisa en los labios le asaltó una duda: ¿Qué otras disparatas propuestas iban a hacerse en días sucesivos desde el Ministerio de Igual da o desde cualquier otro departamento del Gobierno de Sánchez?