José Luis Torró - Al punto
Solo una palabra: respeto
«Contra esa lacra no podemos quedarnos tranquilos y creer que hemos cumplido con dedicar un día al año»
Me han reprochado algunos amigos y conocidos que no haya publicado el micro relato que escribí y resultó premiado en el concurso promovido, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer , por la Central Sindical Independiente y de Funcionarios. Acepto la reprimenda, porque la argumentación con que la justifican es de lo más evidente. Si se trata de un escrito a favor de la mujer y contra la violencia que tantas de ellas siguen sufriendo a diario, aquí y en todas las partes del mundo, todo lo que sea denunciarlo y combatirlo tiene que ser publicado, tuiteado y reenviado.
Y otra razón mas y de mucho peso. Contra esa lacra no podemos quedarnos tranquilos y creer que hemos cumplido con dedicar un día al año, el 25 de noviembre , porque ese mismo y todos los días hay violentos energúmenos, estúpidos, canallas, sádicos, cuando no patibularios asesinos, que arremeten contra sus parejas, incluso contra sus hijas, madres y hermanas, provocando en todos los casos vejaciones, desolación, mucho dolor y muerte. Como la muy reciente de la joven valenciana Cristina Blanch , víctima de un crimen tan incomprensible como imperdonable, al igual que todos los asesinatos a manos de malnacidos homicidas para quienes poca pena es esa de la prisión permanente revisable.
A la satisfacción de obtener un premio, que por modesto que sea no deja de tener su punto de motivación, añado el hecho de ser el único varón premiado , por detrás de una extremeña y una andaluza, a las que felicito y aplaudo por la calidad de sus escritos.
Reproduzco aquí el texto premiado y que titulé Sólo una palabra: “Quédate con doscientas noventa y nueve palabras de las trescientos que tengo como tope para escribir este micro relato. Me sobran todas si tú quieres entenderlo. Y las necesitaré todas si no quieres atender. Y lo tienes que entender. Es sólo una palabra la que tienes que hacer tuya. Sólo necesito una para ella. Para todas ellas. Todas. No importa su edad, ni su altura, ni el color de sus ojos, ni si su pelo es liso o ensortijado. Para nada. Tampoco si es madre, hermana o hija, suegra o cuñada, tu empleada o jefa. Es mujer. Y yo sólo necesito una palabra de las trescientas que podría usar si la haces tuya. Tómatela como ley que tienes que cumplir. Y que sea norma de tu vida. Un mandamiento por el que te sientas obligado. Y que la obligación sea para ti ineludible como necesidad imperiosa. Un compromiso de todos y cada uno de los minutos, horas, días, meses y años de tu vida. Sí, ese debe ser tu deber, responsabilidad y compromiso. ¿Tanto te cuesta entenderlo?
Ábrete de orejas y atiende. Y entiende. Se trata de una sola palabra. No te estoy diciendo que memorices la enciclopedia Espasa, ni la lista de los reyes godos. Te estoy diciendo que ese día, como en todos los de tu vida y en el de ella, de ellas, de todas ellas, uses siempre esa palabra que nunca puedes, ni debes, ni te vamos a consentir que olvides. Que la tengas bien presente cuando hables, digas, veas, ames, beses, contrates, aplaudas, saludes, quieras… a una mujer. Quédate con las doscientas noventa y nueve palabras y grábate, tatúate, imprímete, métete en la sesera, el coco o la mente, donde quieras, pero cúmplela sin excusa ni pretexto. Una tan solo: Respeto”.
Lo dicho, frente esa pandemia mundial –todavía sin vacuna capaz de combatirla con eficacia— que es la violencia contra la mujer, poca cosa es un día al año, pero menos lo es crear un ministerio y poner a su frente a una persona de lo mas sectaria y aun mas indocumentada, cuyas actuaciones se reducen a contratar con cargo al presupuesto a la niñera de sus hijos, y el reparto de casi quinientos millones de euros que cada año van a parar a los mas estrambóticos chiringuitos radical-feministas a los que lo único que les interesa y preocupa es la imposición de sus tesis LGTBI.