José Luis Torró - Al punto
Un poco de bótox para la reforma laboral
«Manda huevos que se hayan limitado a dar unos retoques que conservan el grueso y esencia de la norma del PP que, salvo cenutrios y obcecados, ha sido considerada de gran utilidad para la recuperación económica»
La oposición política suele recurrir en toda nación, tiempo y circunstancia, salvo muy contadas excepciones, a una suerte de vociferante dramatización de cuanto dice o hace el gobierno para así poner de manifiesto que está en contra de cuantas iniciativas, leyes y medidas promueva. De los aspavientos y grandes frases, cuando no gruesas e incluso groseras, que se lanzan como muestra de desagrado y desaprobación se suele pasar, una vez que la oposición se convierte en gobierno y toma las riendas del poder, a una implícita aceptación e incluso ratificación de lo que antaño se rechazó , porque seguramente no había para tanto cuando mostraron tan rotundo rechazo.
Ejemplo paradigmático lo constituye lo que está ocurriendo con la reforma de la reforma laboral del gobierno de Mariano Rajoy valga la redundancia. A todos, todas y todes integrantes e intrigantes miembros del Gobierno del presimiente Pedro Sánchez (eso del presimiente es neologismo de los más apropiado, acertado y por todo ello digno del mayor encomio, aplauso y uso), se les llenó la boca con una promesa compartida por todos ellos, como si de un riqui raca de hooligans se tratase: la de abolir, derogar, fulminar… sí o sí, la reforma laboral de Fátima Báñez , ministra de Trabajo en el gobierno marianista.
Desde Pedro Sánchez a Arnaldo Otegui pasando por Gabriel Rufián, Pablo Iglesias y hasta Yolanda Díaz dijeron y repitieron (tantas veces o más de las que dijese Pedro Sánchez que nunca jamás pactaría ni con Podemos ni Bildu), que era compromiso ineludible, inaplazable, irrenunciable, urgente… derogar la reforma laboral que impulso el real decreto-ley aprobado el 10 de febrero de 2012.
Tanta farfolla cargada de decibelios, como suele ser el modo y manera de los podemitas y demás compañeros de moción de censura, gastaron sus dirigentes en contra de la reforma laboral, contrasta sobremanera con las suaves formas con la que la vicepresidenta, la comunista fashion Yolanda Díaz, trata de convencer a los díscolos miembros, miembras y miembres de Bildu y ERC para que dejen de hacer el gilipollas y den su apoyo en el pleno del último lunes de este mes de enero, a la reformita que, en honor a la verdad y al articulado enmendado y/o corregido, no pasa de ser un poco bótox y algún que otro estiramiento facial de la reforma de doña Fátima y don Mariano.
Manda huevos que los y las que se mostraron tan arrogantes, belicosos y convencidos de que su primer actuación, una vez alcanzado el poder, sería abolir la denostada, perniciosa, cruel, desalmada, sanguinaria legislación laboral de Rajoy, que eso y más dijeron, hayan mudado de opinión con la mansedumbre lanar que ha mostrado el Gobierno y sus socios, y se hayan limitado a dar unos retoques que conservan el grueso y esencia de la norma que, salvo cenutrios y obcecados, ha sido considerada de gran utilidad para la recuperación económica lograda por el Gobierno de Mariano Rajoy.
Esa favorable consideración de la reforma laboral made in Rajoy/Báñez es la que llevó a los mandamases de la Unión Europea a advertir al Gobierno de Pedro Sánchez que el nutritivo maná de ayudas comunitarias prometido podía evaporarse antes de llegar a destino si cometía el desatino de derogarla tal como había dicho por activa, pasiva y perifrástica.
Y, dado que la reformita no afecta medularmente a lo conseguido (el mes que viene hará diez años) por la ministra Fátima Báñez, bien podría el Partido Popular de Pablo Casado mostrar su apoyo al acuerdo del que tanto se vanagloria la vicepresidenta Yo-landa Díaz. Y justificar su sostén por aquello de la coherencia porque, en efecto, la herencia en forma de reforma laboral apenas ha sido malbaratada. Además de dejar sin munición a quienes como ERC y Bildu ya mercadean con sus votos a cambio de hacerse con más prebendas tan propias y habituales por parte de estos extorsionadores de la política, de estos grupos tan codiciosos como separatistas.