José Luis Torró - Al punto

Los palmeros nos están esperando

«los peninsulares no podemos dejar a La Palma y a sus gentes viviendo en la desazón y abatimiento de ver que han perdido su pasado y, lo que todavía sería más grave, su futuro»

Por la radio habíamos quedado enterados en la tarde del lunes 27 de septiembre de la violenta reanudación de la actividad volcánica en la isla de La Palma . Después de un breve respiro hacia el mediodía de apenas unas un par de horas, en las que el cráter había cerrado sus fauces y aminorado el telúrico ronquido que respiraba desde hacía ocho días, las imágenes ofrecidas por la Televisión Canaria , mostradas en los telediarios de las nueve de la noche, ratificaban que el volcán se había reabastecido y rellenado sus entrañas. Para vomitar a aquella hora –mas canaria que nunca— tanta lava burbujeante como para que toda la pantalla sólo pudiese captar una pequeña parte de la inmensa lengua incandescente que seguía destruyendo cuanto encontrase a su paso en su infernal deslizamiento.

Desde la altura conseguida por un dron, una cámara mostraba escudriñadora las imágenes rojigualdas de un viscoso puré que avanzaba avasallador , sin concederse tregua ni descanso. Tan absorto como apesadumbrado me quedé viendo como la ardiente roca líquida seguía arrollando con todo cuanto se topase. Estando ya muy próxima a alcanzar dos viviendas mas no pude dejar de pensar en sus dueños. Una de ellas tenía una amplio ventanal en cuyos cristales se reflejaba el fulgor asesino, la inmediatez de la amenaza. ¿Estarían también sus propietarios viendo el dramático final de la que había sido su casa? Que desazón y angustia debían sentir . Qué dolor y pesar les atenazaría. Que desesperanza y frustración fruto de la impotencia les tendría acogotados.

En eso, la hasta entonces enhiesta y noble palmera canaria, apenas hubo recibido el mortífero lametón de la fluida roca, comenzó a arder como una antorcha. El satánico caudal de magma chocó contra las enjalbegadas paredes del edifico derribándolas al instante cubriendo a continuación, en apenas unos pocos segundos, todo rastro de lo que había sido aquella casa de la que ya no quedaba traza alguna cubierta bajo un apabullante sudario de escorias incandescentes.

La isla de La Palma, la isla bonita, la isla del Astrofísico de Canarias, la isla culta, cultivada por la Sociedad Cosmológica entre otras logias, una más de las islas Canarias en las que el plátano da trabajo y riqueza, se ha convertido en esta larga y trágica semana, para su mal y de sus gentes, en el escenario mas apocalíptico que nunca habíamos visto ni siquiera imaginado en la peor pesadilla, que acongoja y apesadumbra a quienes, como es mi caso, hemos conocido la isla bonita y gozado de sus múltiples expresiones culturales, artísticas, sociales y gastronómicas, y sorprendidos por el fantástico ingenio de quienes crearon una danza como la de los Enanos que resulta gigantesca demostración de saber hacer.

Imagen del volcán tomada este lunes REUTERS

Me duele La Palma. Me asfixia el humo que emana sin cesar desde la Cumbre Vieja. Me ciegan las cenizas volanderas que se posan inmisericordes en calles, campos y azoteas . Me agobia tanta destrucción como la que ya tenemos vista. Me apena la pena de quienes por perder han perdido hasta los recuerdos mas queridos y ya han quedado fundidos. Me siento canario, palmero, y ahora, por tal condición, desolado.

Nada desearía mas que poder gritar con toda mis fuerzas, con más aliento que el propio rugido del volcán, que los peninsulares no podemos dejar a La Palma y a sus gentes viviendo en la desazón y abatimiento de ver que han perdido su pasado y, lo que todavía sería más grave, su futuro. Cometeríamos delito de lesa humanidad-canariedad si les dejásemos solos ante el gris y escarpado horizonte como el malpaís en que se ya se han convertido miles de hectáreas de plataneras de sus hasta anteayer fértiles tierras. Canarios tenemos que ser ahora todos. Desde Finisterre hasta Tazacorte, pasando en zigzag por Madrid, Valencia, Cáceres… demostrándole al volcán que su maléfico, nocivo y perverso poder se verá contrarrestado a base de mas solidaridad y generosidad que la ya demostrada hasta ahora.

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